A lo largo y ancho del planeta se extienden campos de batalla que han pasado a la historia. Se estima que hay unas 12.000 batallas localizadas a lo largo de la historia, siendo las del siglo XX las más sangrientas de la historia. Muchas de esas ‘célebres’ guerras marcaron un punto de inflexión de un modo u otro, y la Batalla de Anzen entre bizantinos y musulmanes fue una de ellas.
Pero no por ser una gesta ni una gran estrategia militar, sino por ser un bochorno absoluto en el que su ejército se derrotó a sí mismo.
La leyenda. Entre los siglos VII y XII d.C. tuvieron lugar las guerras árabo-bizantinas. Se trató de una serie de conflictos que, durante casi 550 años, enfrentó a diferentes califatos musulmanes con afán expansionista y al Imperio Bizantino. El conflicto cambió el panorama político y militar en Oriente Medio y en buena parte del Mediterráneo. Cuenta la leyenda que una de las batallas entre los bizantinos y el Califato Abasí la decidieron los… espíritus.
Como leemos en National Geographic, en una de las batallas durante el siglo IX, los bizantinos lograron repeler a los árabes, pero no tuvieron tiempo de celebrar la victoria. Al caer la noche, los soldados bizantinos comenzaron a ver luces moviéndose en la niebla, unos ‘fuegos fatuos’ (gases inflamables generados por materia en descomposición en el campo de batalla) que los soldados confundieron con espíritus y almas errantes. En la confusión los bizantinos entraron en pánico, empezaron a atacarse entre ellos y los que huían se despeñaron por un acantilado.
Anzen. Como historia, es buenísima, pero no hay documentos que la sustenten y parece más bien un cuento para que los soldados no se dejen llevar por las supersticiones. Lo curioso es que sí hubo un episodio histórico en el que los soldados se dejaron arrastrar por el miedo, provocando una humillante derrota. Ocurrió en el mismo siglo IX, concretamente el 22 de julio del 838. En la Batalla de Anzen (actual Dazmana, en Turquía), el emperador bizantino Teófilo comandó a entre 25.000 y 40.000 hombres contra una fuerza abasí al mando del príncipe iraní al-Afshin.
El año anterior, los bizantinos habían realizado una incursión en terreno del califato, y el califa buscaba venganza. ¿Su objetivo? Amorio, emblema, una de las ciudades más grandes del Imperio Bizantino. Hay muchos factores que influyen en una batalla, como el tamaño de los ejércitos, su armamento y hasta la moral, pero algo definitivo es la estrategia. Y a Teófilo se le ocurrió una idea genial que resultó ser determinante.
Cerebro galaxia. En un momento de la batalla, y en un punto en el que sus tropas tenían la ventaja, a Teófilo se le ocurrió reforzar uno de los flancos personalmente. Tomó un grupo de soldados y abandonó el lugar habitual de mando. Aunque en muchas películas vemos que los líderes son los primeros en cargar, lo común era que se mantuvieran en una posición alejada y privilegiada. No sólo salvaban el cuello, sino que podían ejercer tácticas militares en tiempo real.
Teófilo escabulléndose tras la derrota
Pánico y desbandada. A él debió parecerle una buena idea, pero esta acción supuso un giro en la dinámica de la batalla. Las tropas bizantinas empezaron a ver que Teófilo no estaba en su posición de mando y pensaron lo más lógico (sarcasmo): “el emperador ha muerto”. Sin su líder, las tropas se desmoralizaron, empezaron a actuar de manera indisciplinada y se produjo una desbandada en las filas.
Casualidad histórica o estrategia, justo en ese momento la caballería turca, con sus arqueros, realizaron un contraataque, lo que exacerbó el caos en las filas bizantinas. El ataque de los arqueros montados y esa idea de que su líder había muerto en combate, minó la moral y la cohesión del ejército imperial, dinamitando cualquier ventaja inicial en el combate.
¿Qué hacéis? Recordemos que Teófilo seguía vivo liderando el ataque en otra zona del campo de batalla, pero sus fuerzas habían colapsado y el emperador, junto a un grupo de soldados de su guardia personal y los aliados kurdos, quedó aislado en una colina, la colina de Anzen. Los árabes los rodearon, pero aquí se dio un deus ex machina de manual: empezó a llover, las cuerdas de los arcos turcos quedaron inutilizadas y, mientras las tropas árabes esperaban a las catapultas para bombardear la posición, Teófilo y su guardia personal se escabulló entre las líneas enemigas.
Sitío de Amorio por las tropas musulmanas
Error fatal. Tras aquello, los rumores de su muerte ya se habían extendido y el emperador no sólo tuvo que luchar contra ello, sino contra el avance árabe. La derrota en Anzen allanó el camino a Amorio para las tropas de al-Afshin, donde se dio el saqueo de la ciudad que había sido símbolo de prestigio y poder imperial.
No fue un golpe definitivo en la guerra entre bizantinos y abasíes debido a conflictos internos en el Califato, pero desde luego quedó como una derrota para la historia fruto de la descoordinación de las tropas y de lo importante que es la figura de mando.
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La noticia
Con la batalla contra los musulmanes controlada, el emperador bizantino Teófilo decidió hacer algo: derrotarse a sí mismo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alejandro Alcolea
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