En Carmona (Sevilla), hasta 28 proyectos solares avanzan sobre terrenos que, hasta hace poco, estaban sembrados de cereal, pipas o garbanzos. El auge de la fotovoltaica en este municipio no solo está atrayendo inversión energética, sino también transformando el paisaje rural y la economía local. Así lo relataba el agricultor José Portillo en un reportaje del programa Equipo de Investigación. Lo más llamativo de su caso es el salto económico: por cada hectárea de secano obtenía apenas unos 100 euros al año; ahora, arrendada a una planta solar, le aporta 1.900 euros.
Este no es un caso aislado. Con contratos de 20 a 30 años y rentabilidades estables, cada vez más agricultores se preguntan si el futuro del campo pasa por seguir cultivando o por capturar el sol. Y la respuesta es que sí está dentro de lo habitual: según la empresa instaladora EAVE, en 2024 el precio medio de alquiler para proyectos fotovoltaicos osciló entre 1.000 y 2.000 euros por hectárea. Eso sí, no cualquier finca es apta: se necesitan suelos habilitados para uso energético, superar trámites ambientales e hidráulicos y, sobre todo, disponer de un punto de conexión a la red eléctrica con capacidad suficiente.
Del grano al kilovatio. Los números oficiales ayudan a contextualizar el dilema. Según el Ministerio de Agricultura, en su informe Renta Agraria 2024 – 2.ª estimación (marzo de 2025), la renta agraria española creció un 11,2% en 2024, impulsada por la recuperación del cereal (+38,9 %), el repunte del aceite de oliva (+34,3 %) y la bajada de costes en piensos (−19,5 %) y fertilizantes (−23,3 %).
Pero esa bonanza media no se reparte igual en todas las parcelas. La Red Contable Agraria Nacional (RECAN) muestra que en cultivos extensivos de secano los beneficios suelen ser muy reducidos, mientras que en intensivos las cuentas cambian. El olivar en seto puede generar entre 3.000 y 4.000 euros por hectárea al año; el almendro en seto recupera la inversión en unos cinco años, y el pistacho alcanza rendimientos de 5.000 a 8.000 euros por hectárea en plena madurez.
En definitiva, todo depende de a qué se dedique la finca. En secano cerealista, el arrendamiento solar multiplica con creces los beneficios habituales. En cultivos más tecnificados, las cifras pueden acercarse o incluso superar la rentabilidad de la fotovoltaica, aunque a costa de asumir inversiones más altas, riesgos agronómicos y volatilidad de precios. El sol, en cualquier caso, se ha convertido en un competidor económico del campo tradicional.
Una tercera vía: el autoconsumo. No todo pasa por alquilar el suelo. Otra opción es que sea el propio agricultor quien instale paneles para reducir sus costes energéticos. Según el informe de APPA Renovables, España ya cuenta con más de 8.585 MW de autoconsumo, un 73 % de ellos en proyectos industriales, que cubrieron el 3,7 % de la demanda nacional.
El ahorro no es menor: APPA y EDP Energía calculan que cada kW instalado supone 157 € menos al año en viviendas y 101 € en industrias. Traducido al campo: una explotación de riego con una instalación de 100 kW podría ahorrar alrededor de 10.000 euros anuales en electricidad, más si añade baterías y adapta el consumo a las horas de sol.
Una fórmula intermedia. Entre el blanco y el negro surge la agrovoltaica: producir electricidad sin dejar de cultivar. Investigadores de la Universidad de Córdoba (2024) han demostrado que en olivares en seto es viable instalar placas elevadas que optimizan la radiación tanto para los árboles como para los módulos solares, sin perder aceitunas. Los ejemplos internacionales también apuntan en esa dirección: bodegas italianas que han mejorado la calidad del vino bajo la sombra de los paneles o granjas en Australia donde incluso la lana de las ovejas resultó de mayor calidad.
Buscando la combinación. El futuro del campo español quizá no consista en elegir entre sol o tierra, sino en combinarlos. En la España agraria de 2025, una hectárea ya no se mide solo en kilos de cereal o litros de aceite, sino también en kilovatios. Con una renta agraria que repunta gracias al cereal y al olivar, el alquiler fotovoltaico ofrece a muchos agricultores un ingreso estable difícil de igualar en las zonas de baja rentabilidad. Entre paneles, olivares en seto y baterías, el futuro probablemente sea mixto —y dependerá, como siempre, del suelo, del sol y de la red.
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La nueva brecha en la agricultura: la rentabilidad del pistacho llega tras años y el sol paga desde el primer contrato de arrendamiento
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Xataka
por
Alba Otero
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