Me compré mi primer altavoz inteligente de Google nada más llegó a España hace siete años maravillada por el enorme potencial que tenía, según pude ver en la presentación. En el día a día, ya tal: apenas lo uso para cuatro órdenes de voz contadas que son las que no fallan, esencialmente poner música, un temporizador para cocinar, alguna que otra duda sencilla y poco más. Qué lejos estaba la realidad de Google Assistant respecto a lo que prometía.
Cuando ChatGPT llegó y pude probarlo, marcó un antes y un después para mí: poder hablar con una máquina y que me entienda, sin tener que simplificar mis expresiones, ir más lento o hasta vocalizar más. Y ya ni hablar de comprensión y contexto. Si había un sitio donde hacía falta la IA, ese esa en los asistentes de voz. Y hablo de forma genérica, porque le pasaba a Google Assistant, pero también a Alexa o Siri.
ChatGPT me sorprendió, pero cuando dejó atrás Google Bard y se convirtió en lo que Gemini es ahora, volví a tener todas mis expectativas puestas en Google. Gemini está a años luz de Google Assistant, así que acogí con alegría la muerte del viejo asistente en favor de la IA pensando en que un día llegaría a mi coche y por supuesto, a mi casa. Ahora que Gemini for Home ya está aquí, tengo sentimientos encontrados: Google ya me decepcionó una vez y ahora además llega de la peor manera posible. No solo es de pago, va por suscripción.
El problema no es pagar, es la suscripción
Las suscripciones no van conmigo. Me cuesta enormemente justificar seguir un mes más, a veces porque no lo uso y otras porque no lo uso lo suficiente. Una de las primeras veces que me suscribí a algo fue a Netflix: al principio veía algunas series, pero otros meses pagaba religiosamente para no ver ni un capítulo. La inercia. Una inercia insostenible cuando llegó un aluvión de servicios por suscripción y la irremediable subida de precios.
Así que a día de hoy mis suscripciones convencidas se limitan a Amazon Prime y poco más. Soy una suscriptora puntual de atracones: espero a que se me acumulen pendientes para darme de alta un mes y al mes siguiente, de baja. Pero una cosa es un servicio de streaming de series y películas y otra mi hogar inteligente. La domótica no es algo que puedas dejar a medias, salvo excepciones contadas (por ejemplo, si te vas de vacaciones).
Vaya por delante que entiendo el concepto de suscripción como flujo continuo de cosas nuevas, pero me cuesta si hablamos de software. Prefiero comprar una app o un juego y que sea para «siempre». También lo he evitado para servicios y funciones, con mención especial para esos dispositivos que te cobran por el almacenamiento.
Sí, pago por un servicio de almacenamiento en la nube en general, pero no quiero que mi cámara de vigilancia me cueste unos euros al mes porque solo me ofrece la opción de almacenamiento en la nube pudiendo usar una ranura SD y que me lo transmita al móvil. Evito pasos intermedios y costes. La clave de todo está en ese «solo»: si alguien quiere esa opción, perfecto. Pero no quiero que sea la única.
He dicho cámara de vigilancia, pero en mi casa tengo una estufa conectada, unas cuantas bombillas, sensores de movimiento, enchufes inteligentes, termómetro conectado, una Smart TV, un robot aspirador con Wi-Fi. Todo va conectado al router y compatible con el ecosistema de Google. En mi imaginación, hablar con el asistente de Google era más que pedirle una canción.
La IA también se ha convertido en un servicio de suscripción y tiene sentido, en tanto en cuanto ofrece ciertas funciones exclusivas, con prioridad y sin límites frente a la versión gratis, más limitada y lenta. Pero puedes entrar a ChatGPT o Gemini a pedirle que te cuente las novedades de Android 16. Gemini de pago está bien, pero para mucha gente no justifica pagar 22 euros al mes.
Tanto Google como Amazon han vendido sus dispositivos inteligentes como churros a coste bajísimo y cumplieron su objetivo: llegar a los hogares. Ahora bien, que la IA sea un enchufe con dos posiciones: no tener nada si no pagas o tenerla toda bajo una suscripción, es una decisión extrema.
Y una importante barrera a la entrada. Sería interesante una versión descafeinada o por qué no, una alternativa local y más privada aún a coste de tener un mayor precio inicial. Los asistentes de voz necesitan la IA como el respirar, pero si eso supone pagar una suscripción al mes sí o sí, pues seguiré como hasta ahora: recurriendo al móvil para lo esencial o directamente, prefiriendo un dispositivo «tonto» porque lo smart no justifica su precio y tiene costes ocultos.
En Xataka Android | He dejado de pagar por Google One: qué va a pasar con los datos que tengo en la nube
En Xataka Android | Más espacio para tu Google Fotos sin que tengas que pagar, así he ampliado mi espacio
–
La noticia
Google, tenemos un problema: he convertido mi casa en un hogar inteligente y no quiero atarme a una suscripción para aprovecharla
fue publicada originalmente en
Xataka Android
por
Eva R. de Luis
.