Estamos en plena época de cenas, reencuentros y trasnoches con mucha fiesta de por medio. La lógica del ‘fiestero’ promedio en estos casos es infalible: «hoy duermo cuatro horas, pero ya me pegaré una maratón de sueño el domingo para compensar», pero aunque parece un plan perfecto sobre el papel, la ciencia tiene una opinión muy diferente al respecto.
Nuestros hábitos. Luis de Lecea, neurocientífico de la Universidad de Stanford y una de las máximas autoridades mundiales en el estudio del sueño, acaba de lanzar un jarro de agua fría sobre esta costumbre en El País: el estrés metabólico de dormir mal no se cura con una siesta larga. De hecho, con nuestros hábitos modernos, nos estamos cargando la fase más placentera del descanso.
El mito de acumular sueño. Existe la creencia de que el sueño funciona como una auténtica cuenta bancaria: si sacas horas durante la semana, puedes hacer un ingreso masivo el sábado para equilibrar el saldo. Sin embargo, la ciencia lleva año apuntando a que nuestro cerebro no es un contable que entienda de sacadas e ingresos de horas de sueño.
Y esto es algo que tiene bastante sentido, porque la falta de sueño genera un estrés metabólico en nuestras neuronas. No es solo cansancio, es una alteración en la consolidación de la memoria y en la reparación neuronal. De esta manera, cuando se intenta compensar en fin de semana, podemos aliviar la somnolencia, pero los marcadores biológicos de inflamación y el rendimiento cognitivo no se recuperan de la misma forma.
El protocolo nido. Uno de los puntos más fascinantes de las recientes investigaciones de De Lecea es la importancia de la fase previa al sueño. En el mundo animal, existe lo que se llama «protocolo de preparación del nido», que es una serie de comportamientos instintivos que preparan al cerebro para la desconexión.
En los humanos, este proceso depende de un equilibrio químico delicado: la inhibición de la dopamina. Un proceso necesario para entrar en un sueño profundo y reparador, haciendo que los niveles de dopamina deban bajar para que no estemos constantemente en alerta.
El problema. Es bastante repetido ya escuchar que nuestros hábitos provocan alteración en el ciclo de vigilia-sueño. En este caso, la exposición a las pantallas con la luz azul y el flujo infinito de información mantienen la dopamina alta, como por ejemplo estar viendo TikTok de manera constante.
Pero el enemigo número uno es el estrés. El cerebro estresado interpreta que hay un peligro acechando, lo que bloquea las transiciones naturales entre la vigilia y el sueño.
La ciencia de las ondas delta. No todos los sueños son iguales, algo que el propio De Lecea ha revelado en diferentes estudios que analizan cómo el cerebro utiliza las ondas delta incluso durante la fase REM, que es cuando estamos soñando. Estas ondas lentas, típicas del sueño profundo, son esenciales para la limpieza de residuos metabólicos y la plasticidad sináptica.
Es por ello que si dormimos poco y mal (aunque sea por una buena causa, como una fiesta de Nochevieja), rompemos esta dinámica espaciotemporal del cerebro. La investigación de 2023 sobre estados de vigilancia sugiere que el cerebro necesita una continuidad que el «atracón de fin de semana» no puede proporcionar.
No es solo cansancio. El sistema inmunitario también tiene mucho que decir con esto. En estas fechas de frío y virus respiratorios, escatimar en sueño para ir de fiesta es, literalmente, desarmar a nuestras defensas. De esta manera, nos debemos quedar que el sueño no es un estado pasivo, sino un proceso activo de mantenimiento del organismo.
Imágenes | Dmitry Ganin Michael Discenza
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La noticia
Malas noticias para tu «resaca» de sueño: por qué el atracón de siestas del fin de semana no repara el daño de las fiestas
fue publicada originalmente en
Xataka
por
José A. Lizana
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