A esta cantante la felicitaron por su nuevo disco, pero ella no había lanzado nada nuevo en Spotify. Había sido una IA

A esta cantante la felicitaron por su nuevo disco, pero ella no había lanzado nada nuevo en Spotify. Había sido una IA

En los últimos meses, una nueva forma de fraude viene sacudiendo al mundo de la música digital: la publicación de discos enteros, generados por IA, bajo el nombre y la identidad de artistas reales sin su consentimiento. El reciente caso de la cantante británica Emily Portman no hace sino poner el foco en un fenómeno que, lejos de ser anecdótico, amenaza con erosionar la confianza en los catálogos musicales online.

El caso Emily Portman: un disco inexistente en su perfil oficial

Portman, reconocida intérprete de folk y ganadora de un BBC Folk Award, recibió recientemente un mensaje de un fan felicitándola por su ‘nuevo álbum’; «la música folk inglesa está en buenas manos», le decía… el problema era que ella no había publicado nada nuevo. Al seguir el enlace facilitado por dicha fan, descubrió un disco con diez temas titulado Orca en Spotify, iTunes y otras plataformas de streaming.

La voz sonaba extrañamente parecida a la suya, al igual que ocurría con la producción instrumental. Todo apuntaba a que la música había sido creada con IA entrenada para emular su timbre y estética musical. Portman describió la experiencia como «realmente inquietante»: una versión digital de sí misma que jamás había autorizado.

«Nunca podré cantar perfectamente afinada [como la voz del disco ‘fake’], y no quiero hacerlo. Soy humana».

Aunque ya no puedan reproducirse, las canciones de ‘Orca’ siguen aún visibles en Spotify (y atribuidas a la cantante real)

Lo más desconcertante del caso es que ella figuraba como intérprete, compositora e incluso como titular de derechos. También aparecía un productor inexistente en los créditos, «Freddie Howells», del que no hay rastro en Internet.

Poco después de que Orca fuese retirado de algunas plataformas (Spotify tardó casi tres semanas en lograrlo), apareció otro álbum, en este caso bastante más burdo: veinte pistas instrumentales de baja calidad que Portman calificó de «simple basura de IA».

Aunque el primer disco había engañado a varios de sus fans, este segundo dejaba clara la falta de cuidado detrás de estos fraudes. La artista, además de presentar denuncias de copyright, expresó su preocupación por la ausencia de mecanismos legales eficaces para prevenir estos abusos:

«Veo esto como el comienzo de algo bastante distópico».

Otros músicos afectados: una red de fraudes global

El caso de Portman no es aislado. El productor Josh Kaufman, conocido por su colaboración en Folklore de Taylor Swift, también fue víctima cuando apareció en Spotify un tema atribuido a su nombre con letras incoherentes y una producción que él mismo comparó con «la demo de un teclado Casio con letras en inglés roto».

Algo similar ocurrió con figuras del folk y el rock alternativo como Jeff Tweedy (Wilco), Father John Misty, Iron & Wine, Teddy Thompson y Jakob Dylan. Incluso los fans de artistas fallecidos, como el cantautor texano Blaze Foley, vieron aparecer en sus perfiles oficiales canciones «nuevas» que no podían haber grabado.

En estos últimos casos, un patrón se repite: las portadas de estos discos comparten un estilo gráfico generado por IA y los créditos apuntan a supuestas discográficas con nombres indonesios y a un mismo autor fantasma: Zyan Maliq Mahardika, vinculado también a falsificaciones en otros géneros, desde el metalcore hasta la música cristiana.

Motivaciones: pequeños ingresos, grandes riesgos

Aunque estas canciones fraudulentas no suelen acumular millones de reproducciones, sí generan ingresos —aunque mínimos— para quien las sube. El cálculo es sencillo: con 99.000 canciones nuevas subidas a diario a los servicios de streaming, los algoritmos son incapaces de filtrar todo en tiempo real. Así, los falsificadores esperan sumar miles de reproducciones y conseguir pagos automáticos por regalías digitales.

Según Tatiana Cirisano, analista de la consultora Midia Research, se trata de un fraude de volumen: apuntan a artistas conocidos pero no superestrellas, lo suficientemente visibles para engañar a fans pero sin el poder inmediato de presionar a plataformas como Spotify para retirar el material.

La respuesta de las plataformas: ¿suficiente?

Spotify, al ser señalada, argumentó que los discos habían sido «asignados por error al perfil de un artista con el mismo nombre». Sin embargo, tanto Portman como Kaufman y otros afectados dudan de esa explicación: la realidad es que los procesos de verificación de identidades artísticas en las distribuidoras y plataformas siguen siendo débiles.

Las compañías insisten en que están reforzando sus sistemas para detectar imitaciones, en muchos casos también con IA y machine learning. Pero, como en una carrera armamentista digital, los estafadores perfeccionan sus técnicas al mismo ritmo que los detectores.

Un paralelismo y una gran diferencia

El problema recuerda a los inicios de la era de las descargas de MP3 a comienzos de los 2000: un desfase entre la tecnología que posibilita nuevas formas de distribución y la lentitud de las leyes y las plataformas para reaccionar.

La diferencia, claro, es que en este caso no se trata de copias no autorizadas de grabaciones existentes, sino de creaciones ficticias atribuidas a artistas reales.: una forma de suplantación que amenaza con erosionar el valor de la autenticidad artística.

Vía | BBC

Imagen | Marcos Merino mediante IA

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A esta cantante la felicitaron por su nuevo disco, pero ella no había lanzado nada nuevo en Spotify. Había sido una IA

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Marcos Merino

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