Algo se está torciendo con la IA. EEUU está recurriendo a soluciones energéticas que creía enterradas para alimentar los data centers

Algo se está torciendo con la IA. EEUU está recurriendo a soluciones energéticas que creía enterradas para alimentar los data centers

La carrera por desarrollar y operar modelos de inteligencia artificial cada vez más potentes tiene un coste que rara vez ocupa el centro del relato tecnológico. No está en los chips ni en el software, sino en la enorme cantidad de electricidad necesaria para mantener activos centros de datos que funcionan sin descanso. En Estados Unidos, esa presión ya se está traduciendo en decisiones concretas: centrales de energía contaminantes que estaban en retirada vuelven a ponerse en marcha para cubrir picos y tensiones crecientes de la red. La paradoja es evidente, el avance más ambicioso del sector tecnológico depende, de momento, de soluciones energéticas propias de otra época.

El problema no es tanto una escasez absoluta de electricidad como un desfase de tiempos. La demanda de los centros de datos ligados a la IA está creciendo mucho más rápido que la capacidad de poner en marcha nueva generación eléctrica, especialmente renovable, en plazos cortos. Construir grandes infraestructuras energéticas lleva años, mientras que estos complejos pueden avanzar en plazos mucho más breves. Ante ese choque temporal, los operadores de red y las empresas eléctricas están recurriendo a lo que ya existe y puede activarse de inmediato, aunque sea más contaminante.

PJM en contexto. El choque entre demanda y oferta eléctrica se percibe con especial claridad en la región de PJM, el mayor mercado eléctrico de Estados Unidos, que abarca 13 estados y concentra una parte muy significativa de los centros de datos del país. Podemos entenderlo como una gran bolsa eléctrica regional que coordina generación, precios y estabilidad de la red en tiempo real. Allí, el crecimiento de los data centers vinculados a la IA está poniendo a prueba un sistema diseñado para un patrón de consumo muy distinto, convirtiendo a PJM en el primer termómetro de un problema que empieza a asomar en otras zonas.

Qué es una central peaker. Las llamadas centrales peaker, o de punta, son instalaciones diseñadas para entrar en funcionamiento solo durante periodos breves de máxima demanda, como olas de calor o picos invernales, cuando el sistema necesita un refuerzo inmediato. No están pensadas para operar de forma continua, sino para reaccionar rápido. Según un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno estadounidense, estas instalaciones generan apenas el 3% de la electricidad del país, pero concentran cerca del 19% de la capacidad instalada, una reserva que ahora se está utilizando con mucha más frecuencia de la prevista.

Vista sur de la central Fisk de Chicago

El caso de la central Fisk, en el barrio obrero de Pilsen, en Chicago, ilustra bien cómo este giro se traduce sobre el terreno. Se trata de una instalación alimentada con petróleo, construida hace décadas y programada para retirarse el año que viene, que había quedado relegada a un papel casi testimonial. La llegada de nuevas demandas eléctricas asociadas a centros de datos cambió esa ecuación. Matt Pistner, vicepresidente sénior de generación de NRG Energy, explicó a Reuters que la compañía veía un argumento económico para mantener las unidades y que por eso retiró el aviso de cierre, una decisión que devuelve actividad a un emplazamiento que muchos vecinos creían en retirada definitiva.

Cuando el precio manda. El cambio no se explica solo por necesidades técnicas, también por señales muy claras del mercado. En PJM, los precios que se pagan a los generadores para garantizar suministro en momentos de máxima demanda se dispararon este verano, más de un 800% frente al año anterior. Un análisis de la mencionada agencia muestra que cerca del 60% de las centrales de petróleo, gas y carbón previstas para retirarse en la región aplazaron o cancelaron esos planes este año, y la mayoría de ellas eran unidades peaker, justo las que mejor encajan en este nuevo escenario de escasez relativa.

La factura de este giro energético se paga sobre todo a escala local. Las centrales peaker suelen ser instalaciones antiguas, con chimeneas más bajas y menos filtros de contaminación que otras centrales, lo que incrementa el impacto en su entorno inmediato cuando funcionan con mayor frecuencia.

El carbón también se aplaza. El fenómeno no se limita a las centrales peaker alimentadas con petróleo o gas. A escala nacional, varias eléctricas han empezado a retrasar el cierre de centrales de carbón que formaban parte de sus compromisos climáticos. Un análisis de DeSmog identificó al menos 15 retiradas aplazadas solo desde enero de 2025, instalaciones que en conjunto representan cerca del 1,5% de las emisiones energéticas de Estados Unidos. Dominion Energy ofrece un ejemplo claro: en 2020 prometió generar toda su electricidad con renovables para 2045, pero tras proyectar la compañía que la demanda de los centros de datos en Virginia se cuadruplicará para 2038, ahora está dando un paso atrás.

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Javier Marquez

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