Cada edición de Windows no deja de engordar, y parte de la culpa la tienen las traducciones: Microsoft nunca las borra

Cada edición de Windows no deja de engordar, y parte de la culpa la tienen las traducciones: Microsoft nunca las borra

Cuando un usuario de Windows percibe en la interfaz del sistema operativo algún texto confuso, desactualizado o con errores, la reacción habitual es pensar que se trata de un descuido o de una falta de revisión; quizá hasta piense que es el primero en darse cuenta del problema porque, si no «alguien lo habría solucionado ya». Sin embargo, la realidad de Windows es un poco más compleja que eso.

De acuerdo con explicaciones del veterano ingeniero de Microsoft Raymond Chen, la respuesta no está en la falta de pulido, sino en la forma en que Windows gestiona sus traducciones, concretamente en sus reglas internas de congelación de las cadenas de texto y en la necesidad de asegurar la compatibilidad entre versiones y paquetes lingüísticos.

Estos factores dan lugar a un fenómeno poco conocido, pero fundamental: la dificultad extrema de modificar un texto de la interfaz de Windows una vez que ha sido traducido y distribuido.

La traducción como freno: la fecha límite que llega antes que el código

Imaginemos el proceso de desarrollo de Windows como una línea de producción en la que diseñadores, programadores, traductores y testers trabajan de manera simultánea. Podría esperarse que los textos fueran uno de los elementos que se ajustan al final, cuando la funcionalidad está clara. Pero… ocurre exactamente lo contrario.

«Este plazo suele llegar mucho antes que la fecha límite de ‘no se permiten más cambios de código’ del equipo de ingeniería, porque los traductores necesitan mucho tiempo para revisar todas las cadenas de texto y traducirlas a los numerosos idiomas de destino que Windows admite».

Esto implica que, cuando los ingenieros están en las últimas fases del desarrollo, ya no pueden tocar el texto. Si descubren un problema de claridad, coherencia o usabilidad, deben elegir entre dejarlo como está o introducir una cadena completamente nueva, iniciando un nuevo ciclo de traducción.

El bloqueo permanente

La restricción anterior no es nada comparada con lo que sucede después del lanzamiento. Windows mantiene un principio férreo: toda cadena que ya se ha enviado a los usuarios queda bloqueada para siempre, incluso si aparece en un Service Pack, un parche mensual o una actualización acumulativa.

Modificarla podría causar un efecto dominó en los paquetes de idiomas:

Por este motivo, la única vía para ajustar un texto en una actualización es crear una cadena nueva y abandonar la vieja, que sigue existiendo en los archivos internos, aunque ya no se utilice.

El cementerio de cadenas: cómo Windows acumula textos abandonados

La consecuencia directa del sistema anterior es sorprendente: cada actualización mensual añade nuevas cadenas y deja atrás otras que ya no se usan, lo que crea algo así como ‘capas geológicas’ de textos obsoletos dentro del sistema. Este ‘hinchamiento’ lingüístico no es visible para el usuario, pero forma parte del peso estructural del sistema y contribuye a la complejidad de su mantenimiento.

¿Hay algún momento en el que se pueda limpiar este caos? Si las actualizaciones no pueden eliminar cadenas antiguas sin romper traducciones, ¿cuándo puede hacerse una limpieza profunda? La respuesta: solo durante un ‘gran lanzamiento’ del sistema operativo (es decir, el paso de Windows 10 a Windows 11, o similar). Eso no significa que se haga siempre, claro.

Cuando el lenguaje condiciona la experiencia de usuario

Todos estos factores tienen efectos curiosos:

Imagen | Marcos Merino mediante IA

En Genbeta | Windows 7 tardaba medio minuto más en arrancar si no usabas una imagen como fondo de pantalla. Un ingeniero de Microsoft explica por qué 


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Marcos Merino

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