La inteligencia artificial, un invento sin precedentes por su capacidad de decisión y creación, está transformando radicalmente la forma en que pensamos, aprendemos y generamos conocimiento. Expertos debaten sobre los desafíos y oportunidades de esta coevolución entre el intelecto humano y las máquinas, mientras la IA se integra cada vez más en nuestra vida cotidiana.

Desde la irrupción de ChatGPT hace apenas dos años, la inteligencia artificial (IA) ha trascendido su estatus de mera herramienta para convertirse en un actor fundamental en nuestra sociedad. Presente en nuestros teléfonos, lugares de trabajo, aulas y hasta en el arte, la IA se distingue por una característica única, como lo señala el historiador israelí Yuval Noah Harari en su libro «Nexus»: es la «primera tecnología de la historia que puede tomar decisiones y generar nuevas ideas por sí misma».
Esta autonomía marca un antes y un después. A diferencia de invenciones previas, donde la decisión final siempre recaía en el ser humano, la IA puede, por ejemplo, determinar qué datos son cruciales en un documento o qué palabras son las más adecuadas para completar un formulario. Este escenario plantea una cascada de interrogantes sobre el futuro del pensamiento humano y su interacción con estas nuevas capacidades.
La IA en las aulas: Una realidad ineludible
La presencia de la IA en los ámbitos educativos es innegable. Carolina Tramallino, profesora de Lingüística General e investigadora del Conicet, reveló en un estudio que el 90% de los estudiantes universitarios encuestados usó ChatGPT para resolver dudas, estructurar textos, generar ideas o corregir redacción. De manera similar, Fernando Juca Maldonado, docente de tecnología en Ecuador, encontró que el 88% de los alumnos encuestados ya estaban familiarizados con la IA, utilizándola para responder cuestionarios, generar ideas y analizar información.
Esta inserción plantea una pregunta fundamental: ¿Qué consecuencias tendrá este uso a largo plazo en la forma en que los humanos piensan, aprenden y generan nuevo conocimiento?
El salto del trabajo físico a las tareas cognitivas no rutinarias
Tradicionalmente, la tecnología ha reemplazado el trabajo humano, comenzando con el esfuerzo físico. Sin embargo, como explica Mariano Zukerfeld, investigador del Conicet y especialista en tecnología y sociedad, el capitalismo digital ha transformado este paradigma. En su primera fase (1970-2010), la tecnología comenzó a reemplazar tareas cognitivas rutinarias (como las de un procesador de texto). La novedad desde 2005 es el reemplazo de tareas cognitivas no rutinarias, es decir, aquellas que antes se consideraban exclusivas del intelecto humano, como la creatividad y la innovación. Un ejemplo contundente es el robot Ai-Da, un humanoide con IA que recientemente creó una obra de arte que se subastará por un precio base de 130.000 dólares.
Frente a esta transformación, Ricardo Andrade, filósofo de la tecnología y becario del Conicet, sostiene que la IA representa un «gran reto a nivel educativo y en relación con problemas filosóficos y sociológicos». Sin embargo, ve en este cambio una «coevolución». A medida que la IA se perfecciona, puede ofrecer herramientas poderosas para explorar conocimientos con mayor detalle y procesar información que, sin su ayuda, sería inalcanzable. «Sería importante apropiarse de esta conquista tecnológica para pensar en cómo ese procesamiento de información puede ofrecer herramientas para entender y abordar la realidad a través del conocimiento», afirmó Andrade, destacando una inevitable modificación en nuestros comportamientos y en la generación de saberes.

No obstante, esta coevolución también presenta desafíos cruciales. Tramallino alerta sobre la necesidad de una «alfabetización» que permita discernir la calidad de la información y ejercitar habilidades de inteligencia lingüística. Preocupa la pérdida de la reflexión meta-lingüística, es decir, la capacidad de asociar ideas, elegir sinónimos y expresar pensamientos de diversas maneras, lo que enriquece el proceso de aprendizaje.
Además, surge una falsa sensación de objetividad al interactuar con la IA. Tramallino advierte que «no hay un enunciador en las respuestas de la IA, no hay un sujeto que se apropie del lenguaje». Esto puede llevar a la creencia errónea de que la ciencia es simple y objetiva, impidiendo el desarrollo del pensamiento crítico y la comprensión de múltiples puntos de vista.
Juca Maldonado lo resume: «La IA es el primer invento autónomo del humano. Ahí está el rol de tratar de aprovechar el uso de la tecnología y que sea una herramienta más para el proceso de aprendizaje. No es usarla para que haga algo por mí». El futuro de esta interacción, y si nos llevará a un mejor o peor día a día, sigue siendo una pregunta abierta.