Durante los últimos años, conceptos como ‘burnout’ o ‘renuncia silenciosa’ se convirtieron en parte del vocabulario cotidiano del trabajo moderno. Sin embargo, hay un fenómeno menos visible que está creciendo en las oficinas de todo el mundo desarrollado: el ‘desgaste silencioso’ o quiet cracking.
Esta no-tan-nueva ‘tendencia’ no provoca renuncias inmediatas ni caídas abruptas en el rendimiento, pero sí una lenta erosión del compromiso, la energía y el sentido de propósito laboral.
De hecho, según datos del informe TalentLMS 2025, más de la mitad de los trabajadores —un 59%— admiten haber experimentado este tipo de desconexión emocional en el trabajo. La consultora Gallup calcula que la pérdida de productividad derivada de la desmotivación global alcanza los 438.000 millones de dólares anuales, una cifra que revela el enorme coste del problema.
¿Qué es exactamente el ‘desgaste silencioso’?
A diferencia de la *renuncia silenciosa’, en la que los empleados deciden (voluntaria y conscientemente) hacer solo lo estrictamente necesario, el ‘desgaste silencioso’ describe a quienes siguen cumpliendo con su trabajo (o, al menos, intentándolo), pero están emocional y mentalmente agotados. Tal como explica Frank Giampietro, director de bienestar de EY Americas,
“los trabajadores se presentan, hacen su labor, pero sufren en silencio mientras lo hacen”.
En un mercado laboral incierto, con despidos, sobrecarga de tareas y oportunidades de promoción cada vez más escasas, muchos profesionales se sienten atrapados en puestos que ya no los motivan, pero que tampoco pueden abandonar sin poner en riesgo su estabilidad. El resultado: un ejército de empleados que ‘funcionan en automático’, agotados, pero sin margen para cambiar de rumbo.
Los 7 indicadores de alerta del desgaste silencioso
Detectar este problema no es sencillo. No hay un descenso inmediato en la productividad ni quejas abiertas. Sin embargo, los expertos coinciden en que hay señales inequívocas que los líderes deben aprender a leer:
Retraimiento del equipo
El trabajador antes participativo se vuelve más reservado: mantiene la cámara apagada, responde con frases cortas y evita reuniones o actividades colaborativas. No está siendo descortés, simplemente se está desconectando emocionalmente del grupo.
Evitar nuevos desafíos
Las personas afectadas por este fenómeno rehúyen los retos o las oportunidades de aprendizaje. Prefieren mantenerse en su zona de confort por miedo al error o por falta de energía para asumir más responsabilidades.
Pérdida de iniciativa y creatividad
El empleado deja de proponer mejoras o soluciones. Cumple las órdenes, pero ya no muestra curiosidad ni voluntad de innovar. En palabras del estudio de Filta Global, “el impulso por mejorar procesos desaparece, y la actitud proactiva se sustituye por mera ejecución”.
Ausencias frecuentes y «días de estar mentalmente ausente»
El aumento de bajas difusas, llegadas tardías o jornadas con baja energía pueden ser síntomas encubiertos de agotamiento emocional más que de problemas de salud física.
Desinterés por el crecimiento profesional
Cuando un empleado empieza a rechazar formaciones o promociones que antes le ilusionaban, es una clara señal de que ya no visualiza un futuro dentro de la organización.
Cambios de humor y energía
Giampietro advierte que uno de los signos más sutiles es el cambio en el tono emocional: personas antes entusiastas se muestran apáticas, irritables o pesimistas. Aunque su desempeño se mantenga, su actitud revela un deterioro profundo del compromiso.
Síntomas físicos del estrés
Dolores de cabeza, insomnio o fatiga persistente son manifestaciones comunes. El cuerpo empieza a expresar lo que la mente intenta ocultar: un desgaste progresivo que se agrava con el tiempo.
Por qué los jefes no lo están viendo venir
Paradójicamente, este fenómeno suele pasar desapercibido. Muchos directivos asumen que mientras las métricas se mantengan, «todo va bien». Pero, como advierte Martin Poduška, editor de Kickresume, «uno puede estar empezando a agrietarse sin siquiera darse cuenta; este tipo de agotamiento se desarrolla de forma lenta y silenciosa».
Además, en muchas compañías el desinterés empresarial por el bienestar se ha incrementado tras la pandemia: los programas de salud mental o conciliación se han reducido al priorizar los recortes de costes, justo cuando los trabajadores más los necesitan.
Cómo combatir el desgaste silencioso antes de que sea tarde
Redefinir roles y expectativas
Las descripciones de puesto desactualizadas o ambiguas generan frustración. Las empresas deben revisar periódicamente las funciones y objetivos, asegurando que cada colaborador sepa qué se espera de él y qué puede esperar a cambio.
Cuidar las cargas de trabajo
Los picos de estrés constantes son caldo de cultivo para el agotamiento. Auditorías trimestrales de tareas y estrategias de “trabajo profundo” sin interrupciones pueden reducir significativamente el cansancio acumulado.
Promover la conexión humana
Las reuniones uno a uno deben centrarse tanto en las emociones como en los resultados. Preguntas simples como «¿cómo te sientes esta semana?» o «¿en qué puedo ayudarte?» pueden marcar una gran diferencia.
Invertir en formación real
El informe de TalentLMS subraya que los empleados que reciben oportunidades de desarrollo tienen un 40% menos de probabilidades de caer en el desgaste silencioso. La formación, más que un lujo, es un antídoto contra la desmotivación.
Hablar con sinceridad
Cuando un líder nota un cambio de comportamiento, no debe recurrir al reproche, sino a la empatía. Un simple «He notado que pareces más cansado últimamente, ¿podemos hablar de ello?» puede evitar una ruptura definitiva.
Vía | Business Insider
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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El ‘desgaste silencioso’ no deja de crecer en las oficinas. Estos son los siete indicadores de alerta que permiten detectarlo
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Marcos Merino
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