Una startup de IA respaldada por Y Combinator, ‘Glass’, está en el ojo del huracán por supuestamente copiar código GPLv3 y relicenciarlo ilegalmente, exponiendo las grietas en la ética del software libre y poniendo en cuestión la debida diligencia de las aceleradoras.

La promesa de la colaboración y la innovación abierta, pilares del ‘software libre’, se ve ensombrecida por un escándalo que sacude los cimientos de la industria tecnológica. Una startup de inteligencia artificial llamada ‘Glass’, incubada por la prestigiosa Y Combinator, se encuentra en el centro de una grave acusación: plagio y relicenciamiento ilegal de código protegido por la rigurosa Licencia Pública General GNU versión 3 (GPLv3). Este incidente no solo expone una alarmante falta de ética en el desarrollo, sino que también pone en entredicho la supervisión de una de las aceleradoras más influyentes del mundo.
La polémica estalló cuando el equipo de ‘Glass’ anunció el lanzamiento de su asistente de reuniones con IA, alardeando de haberlo desarrollado en un tiempo récord de apenas cuatro días. Sin embargo, la celebración fue efímera. La vigilante comunidad de desarrolladores de código abierto no tardó en señalar las similitudes asombrosas entre ‘Glass’ y ‘Cheatting Daddy’, un proyecto open source preexistente y licenciado bajo GPLv3. El autor original de ‘Cheatting Daddy’ no dudó en denunciar públicamente en X (antes Twitter) que ‘Glass’ no solo había reutilizado partes sustanciales de su código sin atribución alguna, sino que, además, lo había relicenciado bajo Apache 2.0, una licencia completamente incompatible con la GPLv3. Las pruebas presentadas, que incluían capturas de pantalla de código idéntico, comentarios internos e incluso las mismas bibliotecas utilizadas, dejaron pocas dudas sobre la apropiación indebida.
La viralidad de la GPLv3 y el Peligro malinterpretar licencias
Para comprender la magnitud de esta transgresión, es crucial entender la naturaleza de la GPLv3. Esta es una de las licencias más robustas y «virales» en el ecosistema del software libre y de código abierto (FOSS). Su característica principal es que cualquier software que incorpore código GPLv3 debe, obligatoriamente, ser también publicado bajo la misma licencia. Esto prohíbe explícitamente su redistribución bajo una licencia más permisiva, como Apache 2.0, si con ello se reducen las libertades originales garantizadas por la GPL. En esencia, la GPLv3 asegura que el código derivado mantenga siempre la misma filosofía de libertad: usar, modificar y compartir.
La acción de relicenciar un proyecto GPLv3 a Apache 2.0 no es simplemente una falta ética; es una ilegalidad explícita. Aunque el código Apache 2.0 puede integrarse en proyectos GPLv3, la inversa es rotundamente falsa. Este tipo de prácticas no solo socavan la confianza en la comunidad open source, sino que, como advirtió Gergely Orosz, autor del influyente boletín ‘The Pragmatic Engineer’, pueden desencadenar demandas legales costosas. Orosz criticó duramente a Y Combinator por apoyar a fundadores que, según sus palabras, «no entienden ni lo más básico sobre licencias», sugiriendo una preocupante falta de diligencia debida en la selección de los proyectos que respaldan.

Lamentablemente, el caso ‘Glass’ no es un incidente aislado para «Y Combinator.» Apenas en septiembre pasado, otra de sus startups incubadas, PearAI, generó controversia por un incidente similar. PearAI, un editor de código con funciones de IA, fue lanzado por su fundador, Duke Pan, con gran entusiasmo. Sin embargo, pronto se reveló que PearAI era un ‘fork’ directo del editor de código ‘Continue’, que a su vez se basa en Visual Studio Code (VSCode).
El problema no radicó solo en el uso del código, sino en la manera descarada en que se manejó. Pan, según se supo, tomó el código de ‘Continue’, reemplazó indiscriminadamente todas las referencias a «Continue» por «PearAI», y luego lanzó el resultado bajo una licencia propia e inventada, la «Pear Enterprise License», que, para colmo, había sido redactada por ChatGPT. Esta serie de eventos no solo demuestra una alarmante falta de profesionalismo, sino que también sugiere un patrón de desinterés por las normas y licencias que rigen el desarrollo de software.
Estos incidentes reiterados plantean serias preguntas sobre la responsabilidad de las aceleradoras de startups en la validación legal y ética de los proyectos que impulsan. En un ecosistema tecnológico que depende cada vez más del software libre y la colaboración abierta, garantizar el respeto por las licencias no es solo una cuestión legal, sino un pilar fundamental para la sostenibilidad y la confianza en la innovación. La comunidad tecnológica espera respuestas y acciones concretas para asegurar que la «libertad» del software libre no sea malinterpretada como un permiso para el plagio y la apropiación indebida.