La conquista de China al terreno del tren de alta velocidad es imponente. En los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, el país tenía apenas 120 kilómetros de alta velocidad entre Pekín y Tianjin. 17 años después, gestionan más kilómetros de alta velocidad que cualquier otro país, a muchísima distancia de España o Japón. No sólo están construyendo kilómetros para unir todo el país: están desarrollando tecnologías para que el avión deje de ser necesario. ¿Cómo? Con trenes Maglev a velocidades de 1.000 km/h.
Y un modelo concreto, el T-Flight, que sueña con los 4.000 km/h.
Maglev + Hyperloop. China es uno de los países, junto a Japón, que está invirtiendo muchísimo dinero en el desarrollo de los trenes de levitación magnética, o Maglev. Esta tecnología permite que los trenes no apoyen sus ruedas sobre los carriles, sino que floten gracias una serie de potentes imanes y un campo electromagnético. Esto permite superar los 250 km/h que se han fijado como estándar para la alta velocidad y, por ejemplo, China tiene el Maglev más rápido del mundo, uno que alcanza 431 km/h.
Ya está operativo entre Pekín y Shanghái, pero en Japón están probando uno que superará los 600 km/h. Es una velocidad que parecerá lenta en comparación con lo que CASIC está preparando. Son las siglas de “China Aerospace Science and Industry Corporation”, una empresa estatal de misiles tácticos que anunció el proyecto T-Flight en agosto de 2017. ¿La idea? Combinar los trenes de levitación magnética con los tubos de vacío a lo Hyperloop.
T-Flight. En pocas palabras, es meter un Maglev en un tubo de vacío, eliminando todo lo posible la presión y resistencia del aire, pero hay mucho más. Por ejemplo, la idea de CASIC es que la levitación magnética se potencie gracias a superconductores que elevarán el tren hasta 100 mm por encima del carril. Los Maglev convencionales se elevan unos 10 mm, y la idea es que, cuanto más alto esté el tren, más estabilidad tendrá a velocidades extremas.
Por otro lado, el propio tubo, con un sistema que extrae aire del mismo para crear un entorno de baja presión, reduciendo al máximo la resistencia aerodinámica. Este vacío parcial y la levitación que elimina la resistencia física de la rueda y la vía es lo que permitirá alcanzar velocidades sin precedentes.
Logros. En 2024 ya consiguieron una primera prueba validada como un récord mundial al alcanzar los 623 km/h, pero en verano de este año, en un entorno de baja presión, el tren alcanzó los 650 km/h en siete segundos en su laboratorio. Fueron unas pruebas raras, ya que la pista tenía un kilómetro de largo cuando lo habitual suele ser mucho más, pero eso también nos da una pista de lo brutal que es tanto la aceleración como el frenado del tren.
Es decir, piensa que, en siete segundos y en sólo un kilómetro, el tren aceleró hasta los 650 km/h y se detuvo. La idea del equipo es alcanzar los 800 km/h como velocidad punta este año, pero la ambición va mucho más allá.
Ambición. Actualmente, el equipo se encuentra en la Fase 1, que es la que tiene como objetivo esa velocidad de 1.000 km/h. Para ello, y para validar la velocidad en condiciones reales, quieren extender la pista de pruebas hasta los 60 kilómetros. Sin embargo, la cosa no queda ahí y, cuando nació el proyecto ya se dijo que la Fase 2 y Fase 3 tendrían como objetivo los 2.000 km/h (casi el doble que la velocidad de crucero de un avión comercial tradicional) y 4.000 km/h, velocidades supersónicas que competirían con los aviones más rápidos del mundo.
Esto permitiría unir grandes núcleos urbanos de China en pocos minutos, dejando a un lado la necesidad de coger aviones para cubrir grandes distancias. De hecho, esa alta velocidad ya está demostrando en Europa que los vuelos cortos no tienen sentido si combinamos el tiempo de espera en aeropuerto con el del propio vuelo y comparamos con la comodidad del acceso al tren.
Un reto mayúsculo. Ahora bien, el objetivo no será nada fácil. La tecnología Maglev funciona y es algo demostrado, pero lo que quieren conseguir con este T-Flight no sólo complica las cosas debido a que, además de una vía, hay que construir un tubo. Y, claro está, mantenerlo.
Prolongar ese vacío parcial en cientos de kilómetros de tubo supone un desafío técnico enorme porque implica que las juntas deben estar perfectamente selladas, sin que el frío y el calor las dilate para que no haya fugas. Se estima que un tubo de 600 km necesita una junta de dilatación cada 100 metros, y cada una de ellas supone un punto potencial de fallo. Además, a 300 km/h se aprecian vibraciones en los asientos.

Sistema de aire para reducir la presión dentro de los tubos
Además, cualquier descompresión sería catastrófica y quizá lo más importante: no hay un estándar de certificación ni protocolos de seguridad para algo así. De la manera que sea, T-Flight sigue dando pasos a buen ritmo y, aunque se antoja complicado verlo funcionando a corto plazo, si un país puede conseguirlo ahora mismo… ese es China.
Imágenes | Geely
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La noticia
En la búsqueda del tren supersónico, China prueba un Maglev que llegará a los 4.000 km/h. El problema será mantenerlo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alejandro Alcolea
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