En la Edad Media hacían bien una cosa a la hora de aprender una profesión, según este programador. Así puedes replicarlo hoy

En la Edad Media hacían bien una cosa a la hora de aprender una profesión, según este programador. Así puedes replicarlo hoy

En la Europa medieval, el aprendizaje de cualquier oficio (desde la herrería hasta la contabilidad) seguía un patrón casi universal: la relación maestro–aprendiz. Había pocas ‘carreras’ en el sentido moderno del término (se limitaban a ámbitos de conocimiento como la medicina, el derecho o la teología) por lo que el aprendizaje y ejercicio de las profesiones dependían bien poco de currículos escritos y evaluaciones estandarizadas.

Sin embargo, la tradición (complementada, en ocasiones, por la regulación ejercida por los gremios) establecía un método que garantizaba la calidad del trabajo: el aprendiz entraba a vivir o a pasar largas jornadas en el taller del maestro. Allí no solo aprendía la técnica: también absorbía la cultura del oficio, la disciplina de trabajo, las rutinas y el estándar de calidad esperado.

Este aprendizaje era eminentemente práctico:

El maestro, a cambio, enseñaba no solo qué hacer, sino cómo pensar y resolver problemas del oficio. Además, al beneficiarse del trabajo del aprendiz —aunque fuera modesto al inicio—, el maestro podía permitirse dedicar tiempo a formar sin necesidad de cobrar una matrícula formal. Era un modelo donde el aprendizaje estaba integrado en la producción, no separado de ella.

Por qué el modelo maestro–aprendiz supera (a menudo) al aula

Este sistema tenía una ventaja pedagógica enorme:

En contraste, la educación moderna suele desacoplar el aprendizaje de su contexto real. Los alumnos estudian fórmulas, conceptos o procedimientos en abstracto, con la esperanza de que algún día.

Scott H. Young, programador y autor de obras conocidas como ‘Ultralearning’ y ‘Get Better at Anything’, argumenta que esto introduce una fricción innecesaria: la «transferencia» del conocimiento del aula al mundo real es mucho más difícil de lo que solemos asumir.

Por eso, aunque el modelo maestro–aprendiz pueda sonar anticuado, capta mejor cómo los seres humanos aprenden naturalmente:

En la actualidad, lo más parecido a este enfoque se ha transformado en prácticas como las pasantías, los bootcamps con proyectos reales, la mentoría profesional o incluso el trabajo colaborativo en comunidades open source. Pero la lógica subyacente sigue siendo la misma que en una forja del siglo XIII: aprender haciendo, observando y aportando, bajo la guía de alguien que ya domina el camino.

Aprendemos haciendo… y mirando

El «aprendizaje social», según subraya Young, nos distingue del resto de animales inteligentes: ver a un experto operar reduce décadas de ensayo y error. Un detalle provocador: a veces ni siquiera hace falta comprender por qué funciona una solución para poder reproducirla con éxito; la teoría puede venir después.

El aula convencional suele invertir el orden: mucha teoría (el por qué) con la promesa de que algún día se convertirá en práctica (el cómo). En medicina, por ejemplo, años de bioquímica y fisiología preceden a la exposición a pacientes. El modelo de aprendizaje con maestro recorre el camino inverso: primero la práctica guiada, luego la explicación.

La «pirámide del conocimiento» no existe

Imaginamos el saber como una pirámide: matemáticas en la base, luego física, después química, biología… y encima, los usos prácticos. Si la base es pequeña, todo se derrumba. Suena lógico, pero no describe cómo aprendemos realmente.

El aula tiende a venerar la pirámide (primero, reglas de conjugación, luego frases; primero, leyes de Newton, luego problemas realistas; primero, teoría de la computación, luego código). El aprendizaje como aprendiz ignora sin remordimientos esa jerarquía cuando hace falta, porque las teorías, en la práctica, suelen ser menos fiables que la destreza tácita que desarrollas trabajando.

Aprendices

Objeciones razonables… y cómo responderlas

Diseña tu propia ruta como ‘aprendiz moderno’

Young propone tres movimientos estratégicos para inyectar el espíritu de la maestría medieval en tu aprendizaje de hoy. Añado, debajo, tácticas prácticas y ejemplos para que lo ejecutes ya.

Empieza por un propósito concreto

Cuanto más específico el objetivo inicial, mejor generalizarás después (paradójico, pero real). Por ejemplo:

Deja que la teoría siga a la práctica

La teoría engancha cuando ya tocaste el problema. Young cuenta que disfrutó y asimiló la teoría de cursos del MIT tras años de trastear con pequeños proyectos de software. Primero palpas, luego etiquetas y ordenas mentalmente lo que has visto. ¿Qué significa esto? **Codifica antes de estudiar estructuras de datos; toca canciones antes de aprender armonía…

Sumérgete en un ecosistema de práctica experta

Los ecosistemas —laboratorios, talleres, comunidades de práctica— aceleran el aprendizaje: abundan los modelos a imitar, el feedback fluye, y el listón del «buen trabajo» es visible. Pero, ¿cómo conseguirlo en 2–4 semanas?

Un plan de 30 días para aprender «a lo medieval»

Semana 1 — Orientación a producto

Semana 2 — Imitación guiada

Semana 3 — Teoría a demanda

Semana 4 — Ecosistema, entrega y evaluación

Errores comunes cuando intentas «aprender haciendo»

  1. Pirámide encubierta: empiezas con un proyecto… pero te refugias dos semanas en teoría antes de tocarlo. Antídoto: limita la teoría a resolver el próximo bloqueo concreto.
  2. Aislamiento: producir sin observar ni recibir feedback. Antídoto: programa revisiones periódicas con alguien mejor.
  3. Infierno del tutorial: consumir guías infinitas sin crear nada propio. Antídoto: establece un producto público con fecha de entrega.
  4. Ambición difusa: «aprender X» sin un uso. Antídoto: vincula tu aprendizaje a casos reales (cliente, audiencia, escenario de uso).

Imagen | Marcos Merino mediante IA
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En la Edad Media hacían bien una cosa a la hora de aprender una profesión, según este programador. Así puedes replicarlo hoy

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Marcos Merino

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