Por un lado, el gobierno de Estados Unidos está intentando revertir tres décadas de desindustrialización con aranceles a China. Por el otro, la inversión en IA está recreando exactamente el fenómeno que destruyó parte de la industria estadounidense en los años noventa.
La historia se repite, pero esta vez sabiendo lo que va a pasar.
Por qué es importante. Derek Thompson, periodista económico de The Atlantic, ha identificado un patrón que reescribe lo que creíamos saber sobre el declive industrial estadounidense. China no solo robó empleos sino que el capital americano los abandonó antes.
En una entrevista con el inversor Paul Kedrosky para su podcast Plain English, Thompson expone su tesis:
- En los noventa, el despliegue masivo de Internet y telecomunicaciones absorbió cantidades brutales de dinero.
- Ese dinero tenía que salir de algún sitio. Salió de las fábricas. Los pequeños fabricantes vieron cómo conseguir financiación se volvía cada vez más caro. Justo en ese momento, China entraba en la Organización Mundial del Comercio y las barreras comerciales caían.
No fue mala suerte. Fue causa y efecto.
El contexto. Las empresas tecnológicas van a gastar unos 400.000 millones de dólares este año construyendo infraestructura para IA. Para ponerlo en perspectiva: el programa Apollo que llevó a Estados Unidos a la Luna costó unos 300.000 millones ajustando por inflación. Aquello fueron diez años. Esto es un año.
Los centros de datos han supuesto la mitad del crecimiento económico estadounidense en los primeros seis meses de 2025. La previsión es que la inversión supere los 500.000 millones anuales en 2026 y 2027.
Mientras tanto, los consumidores americanos están gastando 12.000 millones al año en servicios de IA. La diferencia entre lo que se invierte y lo que se gana es abismal.
La panorámica. El problema es estructural. Si gestionas un fondo de inversión con 500.000 millones, tienes dos opciones:
- Puedes repartir ese dinero entre cien pequeñas fábricas que necesitan cinco millones cada una.
- O puedes firmar diez cheques de 50.000 millones a proyectos de IA.
La primera opción significa gestionar cien empresas distintas. Sentarte en decenas de consejos. Hacer seguimiento constante. La segunda significa diez reuniones al año. La elección es obvia.
- Un fabricante que quiera aprovechar el momento para traer producción de vuelta a EEUU se encuentra con que pedir dinero prestado es carísimo.
- Los bancos comparan su proyecto con los retornos que promete la IA.
No hay color.
La ironía. Trump ha construido su política económica sobre aranceles que fuercen a las empresas a fabricar en EEUU. Pero la inversión en IA está encareciendo exactamente lo que los aranceles intentan abaratar: producir localmente.
- Los aranceles suben el precio de importar desde China.
- La IA sube el coste de financiar producción local.
El efecto neto puede ser nulo para la industria, pero con precios más altos para todo el mundo.
Las cifras. Construir un centro de datos moderno implica…
- Que el 60% del presupuesto se va en chips de NVIDIA.
- El resto se reparte entre refrigeración, electricidad y construcción.
- El edificio físico es la parte más barata.
La geografía también cuenta. Virginia del Norte concentra buena parte de la inversión. Zonas que hace diez años eran rurales están ahora rodeadas de instalaciones industriales que funcionan las 24 horas.
Sí, pero. Hay una salida que no existía en los noventa: montar los centros de datos fuera de Estados Unidos. India y Oriente Medio están recibiendo inversiones enormes porque la electricidad es más barata y sus vecinos, ejem, se quejan menos.
Pero eso empeora el problema original. Si el dinero se va a centros de datos en otros países, todavía queda menos para fábricas americanas.
Entre líneas. Kedrosky usa un símil que resume todo: una estrella de la muerte que absorbe capital. En los noventa esa estrella fue Internet. Ahora es la IA. Las fábricas, en ambos casos, son el daño colateral.
La diferencia es que en los noventa nadie lo vio venir. Ahora sí.
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La noticia
En los noventa nadie vio venir cómo Internet mataría de hambre a las fábricas. Treinta años después la IA está haciendo lo mismo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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