Telefónica ha conseguido lo que parecía improbable hace poco: devolver a su mercado doméstico al terreno del crecimiento. Ingresos al alza, un ARPU convergente disparado y cercano al triple dígito, clientes ganados en todos los frentes, terminales y alarmas al alza, la TV en su mejor forma desde antes de la pandemia, churn a raya…
Todo eso ya está ocurriendo, pero lo más relevante no es solo lo que pasa en las cifras, sino lo que ocurre en la estrategia. España ha dejado de ser una rémora para la gran T, pero esta todavía no ha decidido convertirla en punta de lanza. O eso es lo que se lee entre líneas.
Durante la última presentación de resultados, los primeros de Murtra, Emilio Gayo, recién ascendido a CEO tras su éxito al frente de la filial española, desgranó los datos positivos del trimestre. Pero la transcripción de la llamada con inversores transmite cierta frialdad. Como si bastara con ejecutar bien para cambiar el curso del relato. Como si el buen momento bastara con sostenerlo sin necesidad de mutiplicarlo. La aguja de la acción la mueve el balance, pero también la ilusión.
Lo que Gayo no dijo habla tanto como lo que sí pronunció: Telefónica no está usando España como trampolín estratégico. No la posiciona como campo de pruebas para nuevas líneas de negocio, ni la presenta como un escaparate de lo que puede ser una teleco grande, pero también moderna, rentable, diversificada.
Ni siquiera como matriz operativa de Telefónica Tech, pese a que en España este segmento crece a buen ritmo. Siguen sin desglosar sus márgenes o sus resultados detallados, es una promesa aún encerrada en una vitrina opaca. Y lo que no se ve, difícilmente se valora.
España funciona, pero el grupo aún no ha mostrado la misma determinación para definir su rumbo que en Hispanoamérica, donde optaron por una salida inmediata tras años en rojo.
El contexto pide algo más. Telefónica está en plena revisión estratégica (lo ha dicho el propio Gayo de forma explícita), y esa revisión apunta en varias direcciones:
- Consolidación en los mercados grandes (España, Alemania, Reino Unido).
- Refuerzo de las divisiones no estrictamente telecos (Tech, Infra).
- Narrativa industrial, de infraestructura, más que tecnológica, que es la mística que hoy cotiza en los mercados.
En ese marco, lo lógico sería hacer de España un caso de éxito. Un piloto replicable. Un ejemplo de convergencia avanzada (promedio de 92 eurazos por cliente, más que en países con mayor poder adquisitivo), fidelización premium, contenido diferencial, diversificación de ingresos más allá de voz y datos. Pero Telefónica está presentando buenos números como datos, no como visión. No es solo una cuestión de relato, es una cuestión de rumbo.
Especialmente ahora que Telefónica se está postulando como pieza clave en la consolidación europea del sector: el discurso inaugural del MWC clamando por ella no lo dio el CEO de Deutsche Telekom ni de Vodafone ni de Orange, lo dio Murtra. Esa ambición es algo más que comprar o fusionar digis o vodafones, implica proponer otra forma de ser una teleco en esta nueva era. Y si existe una manera, solo puede nacer de los lugares donde Telefónica ya está ganando, donde no juega a la defensiva.
Si Gayo y Murtra quieren convertir a Telefónica en un campeón europeo (Financial Times deslizó días después del adiós de Pallete que esa era la idea con Murtra), hará falta algo más que músculo financiero o volumen de clientes: un modelo, una narrativa de éxito, una propuesta de valor que justifique ese papel central en el mapa europeo de las telecomunicaciones.
España podría ser perfectamente ese modelo, pero Telefónica aún no ha decidido si quiere usarla para inspirar o solo para ir consolidando.
Y esa indecisión tiene un coste. En un sector donde todas las empresas están redefiniendo qué quieren ser —telecos que juegan a ser plataformas, tecnológicas que alquilan redes, híbridos que reinventan el servicio…—, quien no propone se queda al margen. Aunque sus KPIs brillen, aunque su mercado doméstico vuelva a respirar.
Nokia lanzaba terminales muy sólidos mientras Apple inventaba el futuro que la arruinaría. AT&T priorizó la escala sin una tesis clara y hoy se ha difuminado frente a rivales más preclaros. Yahoo nunca supo qué quería ser y el mercado decidió por ella. Telefónica no está en riesgo de desaparecer, pero sí de quedar fuera del juego que importa. Está a tiempo de decidir su papel, pero ese tiempo para hacerlo no será infinito.
Lo más difícil ya está hecho: España vuelve a funcionar para Telefónica. Lo que aún no se ha hecho es decidir qué significa eso. Si Telefónica quiere liderar Europa, primero debe demostrarlo en casa.
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La noticia
España ya no es un problema para Telefónica. Pero aún no es su solución
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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