En la nueva economía del “lujo invisible”, el objeto de deseo ya no cuelga del brazo: se funde con la piel. En lugar de grandes transformaciones, la aspiración es que “no se note”. Un lifting sin cicatrices , un brillo que parezca un sueño reparador. En esa liga juega la recién bautizada “cirugía líquida”: faciales de cuatro cifras que prometen un efecto bótox sin agujas ni rigidez.
Una nueva tendencia. Tras la reaparición rejuvenecida de Lindsay Lohan, un reportero de The Times acudió al spa más exclusivo de Beverly Hills para probar el “MBR Best and Ultimate Liquid Surgery”, un protocolo de 90 minutos a 995 dólares. La sesión incluye limpieza, tonificación, mascarillas de ácido hialurónico y, sobre todo, la aplicación de un sérum estrella: 1.784 libras el frasco de 50 ml, vendido como “imitador del veneno de víbora” para lograr un efecto tipo toxina botulínica “más sutil”.
El periodista describió una diferencia “llamativa” tras aplicar el producto en media cara y recogió que la clientela habitual incluye élites locales y celebridades que repiten mensualmente y complementan en casa. El propio texto apunta que el término “cirugía líquida” fue acuñada por un departamento de marketing alemán: no hay bisturí, sino un ritual cosmético de alto coste con resultados inmediatos. El spa lo presenta como la vía “menos invasiva” hacia el efecto buena cara que antes se asociaba a inyectables visibles.
El lujo estético cambia la piel. El giro responde a una tendencia más amplia: resultados indetectables. Como hemos detallado en Xataka, el lifting de plano profundo —que reposiciona músculos y ligamentos en bloque para evitar la rigidez— se ha convertido en el estándar entre los cirujanos estrella. Los efectos duran entre 10 y 15 años, pero los precios superan fácilmente las seis cifras.
Ante esta situación, el bótox ha perdido parte del relato. En un reportaje para Women’s Health han descrito como Jennifer Aniston ha reconocido que probó las inyecciones, pero las abandonó por considerarlas “ridículas” en exceso. En su lugar, combina faciales, láseres y radiofrecuencia (Thermage) con un estilo de vida saludable. La narrativa ahora se apoya en bioestimuladores: polinucleótidos derivados del ADN de salmón (PDRN) que prometen hidratación y regeneración celular, o exosomas, pequeñas vesículas que actúan como “mensajeros” regenerativos. El glow discreto se convierte en capital simbólico.
Hacia protocolos combinados. El futuro inmediato apunta a tratamientos repetibles, caros y mantenimiento continuo, que mezcla aparatología (láser, radiofrecuencia) y biología cosmética (polinucleótidos, exosomas). Esa es hoy la “caja de herramientas” que celebridades presentan como alternativa a pinchar o pasar por quirófano con visibilidad pública.
En la cúspide, el bisturí de élite sigue marcando estatus; en la base, los faciales de cuatro cifras venden el “efecto invisible” en formato cabina. Así es como el término acuñado como “cirugía líquida” encaja en esa intersección.
Los problemas que se avecinan. El boom de la “cirugía líquida” y de otros tratamientos menos invasivos arrastra sombras que conviene mirar de frente: desde el vacío regulatorio hasta la presión estética desigual.
Por un lado, el portal NewBeauty documento el caso de Victoria Nelson, una clienta que denunció quemaduras y cicatrices tras un peeling “de alta potencia” y años de microneedling realizados, presuntamente, fuera del alcance legal de una esteticista en California. Dermatólogos consultados recordaron que procedimientos como peelings médicos, microneedling, láseres o inyecciones deben realizarse en entornos clínicos y bajo supervisión médica. Un peeling, subrayaron, no es un ritual de belleza sino una “quemadura química controlada” que, si se ejecuta mal, puede dejar secuelas irreversibles. El caso ilustra un hueco entre marketing, licencias y seguridad.
Por otro lado, en otro tipo de tratamientos la ciencia no respalda una promesa. Los polinucleótidos —extraídos del ADN de salmón y cada vez más presentes en clínicas de élite— cuentan con base biológica e incluso un uso médico previo en heridas y quemaduras. Los efectos secundarios, cuando se inyectan, suelen ser leves (hematomas, hinchazón), pero faltan estudios robustos que respalden sus beneficios a largo plazo. También ocurre con los exosomos que aún se esta consolidando en el ámbito científico y con los suplementos de colágeno, donde los beneficios son modestos o contradictorios y muchos estudios han sido financiados por las propias marcas.
Hay un trasfondo aún más amplio. La presión estética no se limita a la cabina de un spa. La narrativa cultural ha oscilado del body positive a estándares ultradelgados, amplificados por fármacos adelgazantes de moda y filtros digitales que multiplican expectativas imposibles. En este terreno, el escrutinio es profundamente desigual.
Ellas cargan con la exigencia de mantenerse jóvenes y con una doble penalización: se critica tanto a quienes se operan como a quienes deciden no hacerlo. Sarah Jessica Parker ha sido insultada por mostrar arrugas, mientras que Pamela Anderson fue criticada por exhibir su naturalidad sin maquillaje. Los hombres, en cambio, suelen gozar de indulgencia: nombres como Brad Pitt, Tom Cruise o Bradley Cooper han protagonizado especulaciones sobre retoques, pero rara vez enfrentan el mismo juicio público.
Incluso los datos muestran la brecha: según hemos señalado en Xataka, los liftings en hombres crecieron un 26 % entre 2022 y 2024, pero el relato mediático los presentó como una simple “puesta a punto”, no como una “obsesión estética”. El resultado: la eterna juventud sigue siendo una exigencia femenina y una opción opcional para ellos.
Una eterna juventud con condiciones. El facial de veneno de serpiente en Beverly Hills es más que un capricho estético. Resume una tendencia global: el desplazamiento hacia procedimientos menos invasivos, más caros y con un aura de exclusividad. Una juventud eterna reservada a quienes pueden pagarla, mientras el resto de la sociedad consume suplementos, colágeno en polvo y filtros digitales como sucedáneos.
La pregunta, sin embargo, sigue abierta: ¿son estos avances una revolución científica real o un espejismo de marketing? Quizá, como ironizaba el cronista de The Times al salir del spa, la eterna juventud sí existe, pero cuesta lo mismo que treinta cervezas en un aeropuerto. Y, sobre todo, sigue siendo un lujo con cicatrices de clase, género y poder más visibles que cualquier arruga.
Imagen | FreePik
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La noticia
Faciales de veneno de serpiente: el nuevo lujo estético de la «cirugía líquida» que promete lo que el bótox ya no vende
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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