Si echamos la vista atrás a 2012, es imposible no recordar aquel lanzamiento de Google Glass. Fue uno de los momentos de mayor hype de la década pasada: paracaidistas saltando sobre el Moscone Center de San Francisco, retransmitiendo en directo desde sus gafas, y un mensaje de que el futuro de la tecnología post smartphone había llegado. Sin embargo, lo que se vendió como una revolución inminente acabó convirtiéndose en uno de los patinazos más sonados de Silicon Valley.
Más de una década después, el propio cofundador de Google ha revelado la razón detrás de aquel desastre. No fue solo un fallo de ingeniería o un rechazo por cuestiones de privacidad. Fue un problema de expectativas y ego. El motivo fue intentar replicar la magia de Apple sin tener los deberes hechos.
La confesión del fundador de Google: «me precipité buscando el ta-chán»
Durante una reciente charla en la Universidad de Stanford, Sergey Brin, cofundador de Google y una de las mentes más famosas de la industria, entonó un mea culpa. Sergey reconoció ante los estudiantes que el fracaso de las Glass se debió a intentar forzar su «momento Steve Jobs».
Me precipité y pensé: «Oh, soy el próximo Steve Jobs, puedo hacer esto. Ta-chán»
El ejecutivo explicó que intentó comercializar el dispositivo demasiado rápido, saltándose los pasos necesarios para hacerlo rentable y pulido para el consumidor. En lugar de cocinar el producto a fuego lento como suele hacer Apple, Google lanzó un prototipo de 1.500 dólares, más de 2.000 al cambio actual, con una batería escasa y un diseño cuestionable.
Cuando tengas una idea para un wearable nuevo y genial, asegúrate de que esté completamente horneado antes de montar un numerito con paracaidistas y dirigibles.

Sergey Brin con las Google Glass
2012 vs 2025: un producto fuera de su tiempo
Para ser justos con Google, hay que reconocer una cosa: hace falta ser muy valiente para salir ahí fuera y ser el primero. Google se atrevió a abrir un camino virgen cuando nadie más lo hacía. El problema es que el contexto lo es todo. Las Glass llegaron en un momento en el que la sociedad y la tecnología no estaban alineadas.
En 2012 acababa de llegar el iPhone 5s, el iPad apenas tenía dos años y el 4G estaba de estreno. No existía la cultura de creadores de contenido, los vídeos verticales se consideraban un error al grabar y la idea de llevar una cámara en la cara generaba un rechazo social, de ahí el término «Glasshole». Hasta Siri hacía bromas sobre las Google Glass.

Hoy la situación es otra y la prueba son las Ray-Ban Meta. Estas gafas son un éxito precisamente porque ahora queremos grabar. Vivimos en la era de Instagram y TikTok, y capturar lo que vemos se ha convertido en una funcionalidad deseada. Google llegó con un producto a una fiesta que aún no había empezado, mientras que Meta ha sabido esperar a que la tecnología y la sociedad maduraran para ofrecer un producto que la gente quiera.
Del Apple Newton a las Vision Pro: saber esperar también es difícil
Esta historia tiene un paralelismo con la propia historia de Apple. Las Google Glass son a la realidad aumentada lo que el Apple Newton fue a los smartphones en los 90: una idea innovadora ejecutada antes de tiempo. Steve Jobs fue lo suficientemente valiente para cambiar industrias enteras, sí, pero también tuvo la inteligencia estratégica de saber cuándo parar.

Apple Newton
Hay una anécdota que explica esta diferencia: el iPad iba a salir antes que el iPhone. Apple tenía la tecnología multitouch lista en prototipos de tablets, pero Jobs vio el potencial, frenó el proyecto del iPad y reorientó todos los recursos a crear el teléfono primero. Tuvo la visión de pausar un producto porque entendió que el orden de los factores sí altera el producto.
Y aquí llegamos a las Apple Vision Pro. A menudo se busca la similitud con las Glass por ser un lanzamiento «a medio gas», limitado geográficamente y caro. Pero las Vision Pro son el primer ordenador espacial. Y quien las ha probado lo sabe: la experiencia de tener un Mac con una pantalla infinita flotando ante tus ojos es algo que te deja asombrado.
Apple está jugando a una partida doble. Por un lado, las Vision Pro, que se han actualizado este año y cuentan con un software y un ecosistema de apps cada vez más completo. Es un producto pesado y caro, sí, pero como concepto de ordenador espacial no hay nada igual. Por otro lado, sabemos que en Cupertino trabajan en una línea separada: unas futuras gafas ligeras estilo Ray-Ban que con suerte veremos en menos de dos años.
Parece que llegan tarde, pero ya sabemos cómo funciona esto: el iPhone no fue el primer smartphone (ahí estaban Windows Mobile o BlackBerry), pero el iPhone fue el que lo cambió todo. Quizás llegar tarde y no ser el primero es, precisamente, el ingrediente secreto para revolucionarlo todo una vez más.

Y sí, hay que romper una lanza a favor de Google. Fueron los primeros y fueron valientes. También es de valientes que su fundador salga ahora a reconocer que se equivocaron al querer imitar a Steve Jobs. En aquella época, con Jobs recién fallecido, todos querían ser él. Google intentó el salto mortal y aunque se estrellaron, nos enseñaron a todos que el futuro pasaría por nuestros ojos.
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La noticia
Fue uno de los patinazos más sonados de la historia de Google. Ahora su fundador reconoce el motivo: creerse el nuevo Steve Jobs
fue publicada originalmente en
Applesfera
por
Guille Lomener
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