En 2023, Eric Vaughan, CEO de IgniteTech —una empresa de software empresarial— tomó una de las decisiones más drásticas de su carrera: despidió a casi el 80% de su plantilla porque, según él, sus empleados no abrazaban con suficiente convicción la inteligencia artificial generativa.
Lo que entonces fue visto como un movimiento brutal, hoy sigue siendo defendido por su protagonista. «Fue extremadamente difícil… pero cambiar mentes era más complicado que añadir habilidades», dijo Vaughan en una entrevista reciente. Dos años después, insiste: lo volvería a hacer.
La apuesta por la IA a cualquier precio
A comienzos de 2023, Vaughan reunió a su equipo global y lanzó un ultimátum: todo en IgniteTech giraría en torno a la IA. Para ello, instauró los «AI Mondays» o ‘Lunes de la IA’, jornadas en las que ningún empleado podía dedicarse a tareas habituales —como atender clientes o preparar presupuestos— y debía enfocarse únicamente en proyectos de inteligencia artificial.
La empresa reembolsó herramientas de IA, ofreció cursos de prompt engineering e invitó a expertos externos para evangelizar sobre la tecnología. Sin embargo, las resistencias no tardaron en aflorar. Paradójicamente, fueron los equipos técnicos quienes más se opusieron, argumentando que las herramientas no funcionaban bien o que ponían en riesgo sus propios puestos de trabajo.
IgniteTech llegó a destinar hasta el 20% de su masa salarial a programas de capacitación en IA, pero Vaughan afirma que muchos empleados simplemente se negaban a participar.
Algunos incluso saboteaban los proyectos, un comportamiento que, según un informe de la plataforma WRITER, ha ocurrido en otras compañías: uno de cada tres trabajadores reconoce haber «saboteado activamente» la implantación de IA en su empresa (la cifra asciende al 41% en millennials y Gen Z).
Ante este panorama, Vaughan decidió prescindir de la mayoría de su plantilla y reconstruir la organización desde cero.
La reconstrucción: de la resistencia al «todo IA»
Tras las salidas masivas, IgniteTech lanzó un ambicioso proceso de contratación. Se buscaban «especialistas en innovación con IA» para todos los departamentos, desde ventas hasta marketing. La pieza clave fue la llegada de Thibault Bridel-Bertomeu como chief AI officer, quien reorganizó por completo la estructura de la compañía: ahora todas las divisiones reportan a un único equipo de IA, evitando duplicaciones y fomentando el intercambio de conocimiento.
El resultado fue una empresa irreconocible, con una cultura donde cada proceso pasa por la inteligencia artificial.
¿Funcionó el experimento?
Los números, en realidad, parecen respaldar la arriesgada estrategia. Para finales de 2024, IgniteTech había lanzado dos soluciones de IA en proceso de patente, incluida una plataforma de automatización de correos electrónicos. Según Vaughan, la compañía logró desarrollar productos listos para clientes en apenas cuatro días, algo impensable en el antiguo modelo.
En lo financiero, la empresa cerró 2024 con un EBITDA cercano al 75% y completó la adquisición de Khoros, un movimiento estratégico que reforzó su posición en el mercado.
Hay alternativas a este ejemplo extremo
El caso de IgniteTech plantea un dilema. Para Vaughan, la lección es clara: la IA no es solo un cambio tecnológico, sino cultural y empresarial:
«Todos tienen que estar en el mismo barco, remando en la misma dirección. Si no, no llegamos a ningún lado».
Sin embargo, no todos comparten la visión radical de Vaughan. Otros líderes han demostrado que existen caminos menos traumáticos. Joshua Wöhle, CEO de Mindstone, sostiene que la apuesta más sostenible no es sustituir masivamente a la plantilla, sino formar a los empleados existentes para que aprendan a trabajar junto a la IA.
Cita como ejemplo a Ikea, que ha adoptado un enfoque de «IA centrada en las personas», donde la tecnología se usa para automatizar tareas repetitivas y liberar tiempo a los trabajadores para actividades de mayor valor humano. Otro caso es Klarna, la fintech sueca que redujo su carga de trabajo en atención al cliente con un asistente de IA.
Aunque al principio se interpretó como un despido de cientos de empleados, la compañía aclaró que se trató de una externalización y reubicación de personal. Hoy, Klarna combina un modelo híbrido: IA para responder rápidamente a los clientes y un equipo humano reducido, pero especializado, para resolver los casos más complejos.
Wöhle advierte que la resistencia de muchos trabajadores frente a la IA no es simple miedo al reemplazo, sino también una consecuencia del historial del sector tecnológico de prometer grandes revoluciones que no se materializaron, como ocurrió con los NFTs o la blockchain. Esa especie de «síndrome de Pedro y el lobo» —la desconfianza tras varios anuncios fallidos— hace que muchos empleados duden de que la IA realmente transforme su trabajo.
En su opinión, el desafío no es solo tecnológico, sino cultural: los trabajadores tienden a proteger sus rutinas y a desconfiar de cambios drásticos. Por eso, la recapacitación y la comunicación clara suelen ser más eficaces que los despidos masivos a la hora de construir un futuro laboral donde humanos y máquinas trabajen juntos.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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Hace dos años, este CEO despidió al 80% de su personal por no adoptar la IA con suficiente entusiasmo: «Lo volvería a hacer»
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Marcos Merino
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