India se ahoga en millones de toneladas de plástico. Una ciudad ha encontrado una salida inesperada: cambiarlo por platos de curry y arroz

India se ahoga en millones de toneladas de plástico. Una ciudad ha encontrado una salida inesperada: cambiarlo por platos de curry y arroz

Caminando por la ciudad de Ambikapur en India, el aroma de las samosas sale de una cafetería llamada Garbage Café (traducido: «cafetería basurero»). El nombre de por sí es llamativo y tiene una explicación: aquí nadie paga con rupias, sino con basura, concretamente, con plástico. 

Un restaurante inusual. En una crónica de la BBC han relatado la visita a esta cafetería a principios de año. El local abrió en 2019, impulsado por la Ambikapur Municipal Corporation (AMC) y financiado con su presupuesto de saneamiento. El lema lo dejaba claro: “More the waste, better the taste” (más basura, mejor sabor). 

Hoy, el restaurante alimenta a unas 20 personas cada día y ha reunido casi 23 toneladas de plástico en seis años, según datos municipales recogidos por la BBC. El impacto ambiental es modesto en volumen, pero simbólico: el plástico enviado a vertederos en Ambikapur se redujo de 5,4 toneladas anuales en 2019 a 2 toneladas en 2024, según Ritesh Saini, coordinador de saneamiento en la ciudad.

El telón de fondo. Lo que ocurre en esta ciudad es relevante porque India enfrenta una crisis plástica de dimensiones globales. Según el Central Pollution Control Board (CPCB), India genera entre 3,5 y 4 millones de toneladas de residuos plásticos al año, aunque otras estimaciones elevan la cifra hasta los 9 millones, dependiendo de las metodologías empleadas.

Asimismo, un informe del think tank CEEW resume la brecha: el reciclaje real oscila entre el 13% y el 60%, muy por debajo de lo necesario. El PNUMA (UNEP) advierte que, sin cambios estructurales, la producción global de plásticos podría triplicarse para 2060, y propone un enfoque de “cerrar el grifo”: reducir, rediseñar, reutilizar y reciclar. Además, un estudio en Nature sobre emisiones de macroplásticos concluyó que en países del Sur Global, como India, el principal factor es la basura no recogida: toneladas de residuos que terminan en ríos y océanos.

Prohibiciones frente a la realidad. En paralelo, el gobierno indio introdujo en 2022 una prohibición nacional de plásticos de un solo uso (bolsas, pajitas, cubiertos, bandejas, bastoncillos…) y reforzó la Responsabilidad Ampliada del Productor (EPR), obligando a empresas a recoger y reciclar los envases que ponen en el mercado. 

Sin embargo, el cumplimiento sigue siendo irregular, sobre todo entre pequeños fabricantes, y gran parte del esfuerzo recae sobre el sector informal de recicladores, invisibilizado y expuesto a riesgos de salud.

¿Cómo funciona la cafetería? El intercambio en el Garbage Café es sencillo, pero para quienes dependen de él resulta vital. Un kilo de plástico equivale a un plato completo con arroz, curris de verduras, dal, pan roti, ensalada y encurtidos; medio kilo alcanza para un desayuno de samosas o vada pav.

Como recoge el artículo de la BBC, el material recogido se entrega a los 20 centros de gestión descentralizada (SLRM) de la ciudad. Allí, unas 480 mujeres, conocidas como swachhata didis (hermanas de la limpieza), realizan la recogida puerta a puerta y clasifican los residuos en más de 60 categorías. Este sistema no solo permite recuperar la mayor parte de los materiales, sino que también ha creado empleos estables.

El destino final es variado. Por un lado, parte se granula para fabricar carreteras o se vende a recicladores. Por otro lado, los residuos orgánicos se convierten en compost. Mientras que la fracción no reciclable se envía a cementeras como combustible alternativo. Según la BBC, esta red de tratamiento es una de las claves que han convertido a Ambikapur en una ciudad “cero vertedero”.

No obstante, persisten carencias. Mientras las trabajadoras de los centros cuentan con guantes y mascarillas, los recolectores callejeros que llevan plástico al café —muchos en situación de vulnerabilidad— no suelen disponer de protección. La investigadora Minal Pathak, de la Universidad de Ahmedabad, advierte del riesgo de manejar plásticos mezclados con restos orgánicos, objetos cortantes o incluso desechos tóxicos. Para personas como Rashmi Mondal, usuaria habitual, el café ha supuesto un alivio: “Antes vendía el kilo de plástico por apenas 10 rupias (unos 12 céntimos de dólar). Ahora puedo dar de comer a mi familia con lo que recojo”, explicó al medio británico.

Un modelo que se extiende. La fórmula no se ha quedado en Ambikapur. En Siliguri (Bengala Occidental) se ofrece desde 2019 una comida gratuita a quienes entregan medio kilo de plástico. Ese mismo año, en Mulugu (Telangana), se puso en marcha un programa que cambia un kilo de plástico por otro kilo de arroz. Más recientemente, en Mysuru (Karnataka), las cantinas públicas permiten desde 2024 canjear 500 gramos de plástico por un desayuno o un kilo por una comida completa. En Uttar Pradesh, algunos proyectos han optado por entregar compresas a mujeres a cambio de residuos plásticos.

El modelo también llegó a la capital. Delhi abrió más de 20 cafés en 2020, pero la mayoría cerraron poco después. Los responsables señalaron la falta de segregación de residuos, el escaso conocimiento público y la debilidad de la infraestructura de reciclaje como principales causas, según han detallado a la BBC

Más allá del plato. En Ambikapur, un plato de dal y arroz puede empezar con un manojo de envoltorios rescatados de la calle. Para Ram Yadav, un recolector entrevistado por The Guardian en 2019: «La comida caliente me dura todo el día, y me hace sentir que estoy en una mesa como cualquiera».

No resolverá por sí solo la crisis del plástico ni el hambre, pero sí muestra que las soluciones locales pueden sumar dignidad, limpieza urbana y conciencia colectiva. Lo que ocurra a partir de aquí —producir menos, rediseñar mejor, cumplir las normas y proteger a quienes sostienen el sistema— decidirá si esta experiencia es una anécdota luminosa o el inicio de un cambio más amplio.

Imagen | Unsplash y Unsplash

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Alba Otero

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