Japón parece haber dado con la tecla para solucionar su crisis demográfica, quizás el problema más grave, enquistado y aparentemente irresoluble (aparentemente) que afronta el país. Los últimos datos del Gobierno muestran que el año pasado la nación suavizó su pinchazo de natalidad gracias a los bebés nacidos de parejas extranjeras. No solo crecieron en términos netos, lo hicieron también a nivel proporcional, paliando en parte el descalabro de los hogares japoneses.
No es nada que no hayan experimentado antes otros muchos países, incluida España, pero allí, en Japón, los datos avivan el debate sobre la inmigración.
¿Qué ha pasado? Que las últimas estadísticas del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar muestran que la demografía japonesa avanza a dos ritmos bien distintos. Si hablamos de los hogares nipones (población local) la natalidad está en clarísimo retroceso, con alrededor de 41.000 bebés menos en cuestión de un año.
Las cosas son sin embargo bien distintas cuando nos fijamos en las parejas extranjeras. Entre ellas el mismo indicador se ha disparado hasta sumar casi 23.000 bebés, 3.000 más que en 2023. El saldo de natalidad global sigue siendo negativo, pero arroja pocas dudas sobre cuál es su motor demográfico.
¿Qué dicen los datos? Que la inmigración es el balón de oxígeno de la demografía nipona. Y sin duda además. Las cifras gubernamentales, que muestran el balance de 2024 y han sido divulgadas por Nikkei, reflejan cómo la inmigración ha suavizado el batacazo poblacional del país. En 2024 el Gobierno registró 22.878 nacimientos de «ciudadanos extranjeros en Japón», una etiqueta que identifica a aquellos bebés de padres extranjeros o una madre extranjera soltera.
El dato es interesante por tres grandes razones. Primero porque suponen 3.000 más que en 2023. Segundo, porque si echamos la vista aún más atrás para coger perspectiva se comprueba que representa un crecimiento del 50% en una década. Y tercero, porque gracias a esa tendencia los recién nacidos extranjeros suponen ya el 3,2% del total de nacimientos de Japón. Es un porcentaje muy similar al del peso de la población foránea en el país: 3,6 millones sobre un total de 124 millones.
¿Y las parejas japonesas? Con ellas ha ocurrido todo lo contrario. Entre las parejas japonesas se registraron 686.173 nacimientos, 41.115 menos que en 2023. Si el golpe de ese ‘agujero’ no fue mayor en el censo final del país fue precisamente porque la natalidad extranjera creció hasta aportar casi 23.000 bebés.
Destaca sobre todo el número de niños nacidos de madres de procedencia china (4.237), filipinas (1.897) y brasileñas (1.351). Los restantes 14.425 alumbramientos se atribuyen a una categoría mucho más amplia y difusa denominada «otras nacionalidades», entre las que se incluyen por ejemplo Vietnam o Nepal.
¿Cuántos extranjeros hay Japón? No tantos, en realidad. La agencia Nikkei precisa que al menos a finales de 2024 en Japón había alrededor de 3,77 millones de extranjeros residentes, más o menos el 3% de la población global. Supone un máximo histórico y sobre todo un volumen suficiente como para haber colado la presión migratoria entre los temas más candentes del debate público nacional.
Especialmente relevante resulta que la gran sorpresa de las elecciones de julio fuese Sanseito, un partido populista que destaca (entre otras cuestiones) por la dureza de su discurso contra los extranjeros y el turismo. De hecho su lema era «Japón primero», con el que ganó 14 escaños y se convirtió en tercera fuerza de la oposición. Incluso los candidatos a presidir el PLD, incluida Sanae Takaichi, la que probablemente será la nueva primera ministra del país, endurecieron su discurso.
¿Por qué es importante? Porque muestra hasta qué punto afronta Japón un dilema existencial. El aumento de población extranjera se ha convertido en tema de debate, pero al mismo tiempo los datos oficiales demuestran que ahora mismo es su flotador demográfico. Y eso no es una cuestión menor en un país que lleva tiempo sumido en una profunda crisis de natalidad que está minando su censo y envejeciendo la sociedad, con todas las implicaciones que ello acarrea a nivel económico, laboral, sociosanitario o incluso para la defensa de la nación.
¿Tan grave es la situación? En 2024 el país perdió más de 900.000 personas, un desplome histórico que dejó su censo global en torno a los 124,3 millones de personas, lejos del máximo de 126,6 millones registrado en 2009. No solo eso. La natalidad ‘nacional’ (entre japoneses) se situó en su nivel más bajo desde que hay registros (1899) y el país ha visto cómo los mayores de 65 años han pasado a representar alrededor del 30% de la población global. Entre los residentes extranjeros, el 56% se mueven en la horquilla de entre 20 y 30 años.
Imágenes | Yanhao Fang (Unsplash) 1 y 2
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La noticia
Japón ya sabe cómo salir de la hecatombe demográfica en la que se ha hundido: con bebés extranjeros
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Xataka
por
Carlos Prego
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