El 2 de noviembre de 1947, miles de personas se reunieron junto al puerto de Long Beach, en California, sin saber que iban a presenciar algo que no estaba en los planes. Frente a ellos, un avión descomunal construido casi por completo de madera se preparaba para moverse sobre el agua. Medía más que cualquier aeronave que hubiera existido hasta entonces. Su creador, el empresario y cineasta Howard Hughes, decidió ponerse a los mandos. Aquel día, durante unos breves segundos, el H-4 Hercules —popularizado como “Spruce Goose”— consiguió despegar y demostrar que podía volar.
Cinco años antes de aquel vuelo inesperado, el mundo estaba en guerra y los submarinos alemanes hundían centenares de barcos aliados en el Atlántico. Estados Unidos necesitaba una forma segura de transportar tropas y suministros sin depender de las rutas marítimas, y el magnate Henry Kaiser creyó tener la respuesta: un gigantesco avión de transporte capaz de cruzar el océano. Como él no tenía experiencia en aviación, acudió a Hughes, que aceptó el reto de construirlo bajo una condición que complicaría todo: el gobierno prohibía usar materiales estratégicos como el aluminio o el acero.
Cuando faltaba el aluminio y sobró la ambición: el nacimiento del H-4 Hercules
El acuerdo entre Kaiser y Hughes se firmó en 1942, en plena guerra, con la idea de fabricar tres unidades del nuevo avión. Lo llamaron HK-1, por las iniciales de sus apellidos. Sin embargo, el entusiasmo inicial pronto chocó con la realidad: el tamaño del aparato, la complejidad del diseño y las limitaciones de materiales hicieron que el proyecto se retrasara más de lo esperado. Kaiser, acostumbrado a cumplir plazos en la industria naval, se impacientó y abandonó el programa en 1944. Hughes decidió seguir adelante en solitario y rebautizó el avión como H-4 Hercules.
Privado de metales como el aluminio, Hughes recurrió a un material poco habitual en la aviación: la madera. Pero no cualquier madera. Optó por un sistema innovador llamado Duramold, que consistía en laminar finas capas de abedul y pegarlas con resinas sintéticas hasta formar una estructura tan rígida como ligera. Este proceso, desarrollado pocos años antes, permitía moldear las piezas con gran precisión y reducía el peso total del fuselaje. El resultado fue una superficie gris y lisa que, a simple vista, apenas dejaba adivinar que aquel coloso estaba hecho de madera.
El resultado de los experimentos de Hughes fue un hidroavión monumental. El H-4 Hercules tenía un ala alta que se extendía casi 98 metros de punta a punta y ocho enormesmotores Pratt & Whitney de 28 cilindros, capaces de impulsar la nave con sorprendente suavidad. En la parte exterior de las alas se instalaron dos flotadores que le daban equilibrio al navegar. Todo el fuselaje se construyó con el método Duramold, lo que proporcionaba una superficie lisa, sin remaches. Era una combinación extraña de fuerza, elegancia y tamaño descomunal.
El H-4 Hercules medía casi 66 metros de largo y más de 79 de envergadura, cifras que lo convirtieron en el avión más grande jamás construido en su época. Su altura, de más de 24 metros, equivalía a un edificio de ocho plantas. Vacío, pesaba unas 136 toneladas, y a plena carga podía alcanzar las 180. Con una velocidad de crucero de unos 240 kilómetros por hora, estaba pensado para transportar hasta 400 soldados o el equivalente en material de guerra. A pesar de su tamaño, Hughes confiaba en que el diseño le permitiría despegar desde el agua con suavidad.
La mañana del 2 de noviembre de 1947 amaneció tranquila en Long Beach. El H-4 Hercules iba a realizar simples pruebas de desplazamiento, con Hughes a los mandos y un pequeño grupo de técnicos y periodistas a bordo. Lo que ocurrió después no figuraba en el plan de vuelo. En mitad del recorrido, el piloto aumentó la potencia y el hidroavión, de más de 130 toneladas, se alzó unos metros sobre el agua. Permaneció en el aire medio minuto y recorrió unos 800 metros antes de descender suavemente. Fue su primer y último vuelo.
El H-4 Hercules costó unos 23 millones de dólares de la época, el equivalente a más de 278 millones actuales. Su desarrollo se había extendido tanto que, para cuando voló, la guerra había terminado hacía dos años. Muchos lo consideraron un derroche de dinero público y la prensa lo bautizó como “Spruce Goose”, una etiqueta que Hughes detestaba. Durante años defendió su proyecto frente a los críticos y mantuvo la aeronave en perfecto estado, con un equipo contratado a tiempo completo que se encargaba de conservarla lista para volar.
Durante más de tres décadas, el H-4 Hercules permaneció oculto en un hangar climatizado bajo la supervisión directa de Howard Hughes. Tras su muerte en 1976, su empresa, la Summa Corporation, donó el avión al Aero Club del Sur de California. En 1983, la aeronave volvió a mostrarse al público: la compañía Wrather la trasladó a un enorme hangar con forma de cúpula junto al barco Queen Mary, también en Long Beach. Por primera vez desde 1947, el “Spruce Goose” volvió a ser visto por miles de visitantes curiosos.
En 1992, el Evergreen Aviation & Space Museum, con sede en Oregón, presentó la propuesta ganadora para dar al H-4 Hercules un nuevo hogar permanente. El avión fue desmontado pieza a pieza y transportado por barcaza desde Long Beach hasta Portland, siguiendo la costa del Pacífico y después los ríos Columbia y Willamette. Tras varios meses de espera por el nivel del agua, en febrero de 1993 las secciones llegaron a McMinnville, donde se levantaron hangares temporales para iniciar la restauración. En 2001, el “Spruce Goose” volvió a mostrarse al público, completamente ensamblado.
Más de siete décadas después de su único vuelo, el H-4 Hercules sigue siendo un referente de la ingeniería aeronáutica. A día de hoy mantiene tres títulos históricos: es el hidroavión más grande, el avión de madera más grande y el avión con hélices más grande jamás construido. Su influencia técnica se percibe en numerosos desarrollos posteriores, y su historia continúa inspirando a ingenieros y entusiastas. Lo que nació como un experimento forzado por la escasez acabó convertido en un símbolo de ambición y perseverancia.
Imágenes | SDASM Archives | Air and Space Museum (1, 2, 3) | Steven Fine |
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La noticia
La escasez de aluminio durante la guerra empujó a EEUU a una locura de ingeniería: un avión gigante hecho de madera
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Marquez
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