La Gen Z se ha desentendido tanto del vicio que está celebrando raves diurnas con café y «sound healing»

La Gen Z se ha desentendido tanto del vicio que está celebrando raves diurnas con café y "sound healing"

Hay gestos que nos definen como especie, y bailar es uno de ellos. Cuando todo falla, el cuerpo sigue hablando: se agita, se sacude, se libera. Barbara Ehrenreich lo documentó en ‘Dancing in the Streets‘, donde muestra cómo el baile ha servido históricamente como respuesta colectiva al dolor. Hoy, ese instinto parece despertar de nuevo, en un mundo desgastado por el estrés, la incertidumbre y el aislamiento.

Decodificando la rave. En almacenes, parques, cafés y hasta resorts de lujo, las raves del siglo XXI ya no giran exclusivamente en torno al alcohol, las luces estroboscópicas y la madrugada. Ahora también pueden empezar con una sesión de yoga al amanecer, incluir espacios libres de sustancias, fomentar conversaciones profundas y ofrecer café en lugar de cócteles.

En un artículo para Marie Claire explican que el fenómeno se está extendiendo en muchos países y la música electrónica sigue siendo el latido central. Sin embargo el propósito ha cambiado: se trata de reconectar con el cuerpo, con los demás y con uno mismo. “Estamos muy conectados en línea, pero posiblemente más desconectados en la vida real”, afirma Kesang Ball, cofundadora de Trippin al medio, una plataforma global de cultura joven. “La gente anhela espacios donde pueda reencontrarse con personas afines”.

Un cambio cultural. Podría parecer un capricho, ya que las raves siempre han sido un espacio contracultural que daba margen de respuesta a lo que ocurría en el momento. No obstante, como aborda la revista de moda, la necesidad de este nuevo movimiento gira en torno al agotamiento emocional pospandémico, la epidemia de soledad, el colapso del bienestar mental y el hartazgo frente a una vida digital que prometía conexión, pero dejó vacío.

En España, el tiempo medio que los usuarios dedican a las redes sociales es de 1 hora y 55 minutos al día, según un estudio de TreceBits. En este contexto, las fiestas no son solo fiestas: son espacios donde reaprender a estar con otros sin pantallas de por medio.

Aún más profundo. Este giro también refleja una sensibilidad generacional. A diferencia del estereotipo millennial de la fiesta hasta el amanecer, la Generación Z prioriza el autocuidado, la autenticidad y la salud mental. El exceso, el blackout y la resaca han dejado de ser gestos de rebeldía; hoy, lo subversivo es mantenerse lúcido, conectar profundamente y encontrar placer sin culpa. En este contexto, la rave no desaparece, se transforma.

De hecho, una investigación de la Universidad de Leeds, Exploring Relationships Between Electronic Dance Music Event Participation and Well-being, halló que asistir a eventos de música electrónica está directamente asociado con un mayor bienestar psicológico, emocional y social. En el estudio identificaron que los asistentes a raves experimentaban sentimientos profundos de conexión, expresión individual, comunidad y euforia colectiva.

Y ni una gota de alcohol. La sobriedad es tendencia, los más jóvenes están cambiando la copa por el espresso. Las llamadas coffee raves —fiestas matutinas en cafeterías reconvertidas en clubes— son solo un ejemplo del cambio de paradigma.

De la pista a la paz interior. El cambio ha sido progresivo, pero firme. En un reportaje de la página EDM han charlado con colectivos como Daybreaker, Superbloom o The Oracle Project que están a la vanguardia de una nueva era de fiestas: diurnas, conscientes y comunitarias. En ellas, bailar y cuidarse no son acciones opuestas. Lauren Brenc, fundadora de The Oracle Project, lo resume así: “No quería renunciar a la diversión de salir, pero tampoco quería seguir girando en torno a algo que me enfermara y no fomentara una conexión profunda”.

El movimiento también tiene su expresión de lujo. Como han detallado en Travel and Leisure, en Koh Samui, el hotel W organiza retiros musicales donde DJs emergentes como Joplin comparten cartel con sesiones de sound healing y yoga, en un entorno cinco estrellas. Allí, la música electrónica no compite con el descanso, sino que se sincroniza con él. Aunque no es el único espacio, porque en cafeterías como Santanera Coffee en Madrid o Vera Café en Barcelona, las coffee parties reúnen a centenares de jóvenes que bailan al ritmo del house y el techno con capuchino en mano. Todo, a plena luz del día.

Un acto radical: bailar en comunidad. La nueva cultura rave no es una copia nostálgica del pasado. Es una reinvención. Frente a un mundo que mercantiliza el tiempo, aplasta la alegría y fragmenta el sentido de pertenencia, bailar juntos —sin filtros ni pantallas— puede ser un acto profundamente radical. Rob Glassett, conocido como Fold, lo resume con claridad para Marie Claire: “Las pistas de baile siempre han sido lugares importantes para desconectar… Pero no para atontarse, sino para reconectar”.

En una era saturada de estímulos y algoritmos, volver al cuerpo, al ritmo y al contacto humano puede ser más revolucionario de lo que parece. Y si, como dice la DJ Surusinghe en la revista de moda: “La música tiene un poder comparable al de la religión”, entonces la pista de baile es, quizás, uno de los últimos santuarios verdaderamente libres.

Imagen | Unsplash

Xataka | En lugar de un cubata, un capuchino: el triunfo de las raves diurnas donde los raveros consumen café en vez de alcohol


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La Gen Z se ha desentendido tanto del vicio que está celebrando raves diurnas con café y «sound healing»

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por
Alba Otero

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