El chatbot más popular del mundo levanta las barreras de restricción de contenido, permitiendo la generación de material para adultos y diálogos eróticos. Sam Altman justifica la medida tras implementar controles más robustos en salud mental, pero la decisión intensifica el debate sobre regulación y el futuro de las relaciones digitales.

OpenAI, la empresa líder detrás de la inteligencia artificial conversacional más extendida, ChatGPT, ha anunciado un cambio de política que está destinado a reconfigurar la interacción humano-máquina. La plataforma se prepara para ofrecer a sus usuarios adultos experiencias más personalizadas, llegando a incluir la generación de contenido erótico.
Esta medida, que marca una flexibilización significativa de las directrices que históricamente han regido el uso de IA, fue detallada por Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI. El anuncio no es solo una expansión de contenido, sino una declaración de principios sobre cómo la compañía percibe a sus usuarios y la capacidad de su tecnología para gestionar riesgos.
La justificación de este giro radical reside en los avances técnicos de la empresa en materia de seguridad. Altman explicó a través de la red social X que la decisión de ampliar el rango de contenidos permitidos llegó tras implementar nuevas herramientas de seguridad y mitigación de riesgos.
«Ahora que hemos podido mitigar los graves problemas de salud mental y tenemos nuevas herramientas, vamos a poder relajar las restricciones de manera segura en la mayoría de los casos», señaló el directivo.
En esencia, la compañía sostiene que su tecnología ha madurado lo suficiente para tratar a los usuarios adultos como tales, permitiendo la generación de contenido erótico para aquellos que hayan verificado su edad. Esta nueva funcionalidad estará disponible para adultos verificados hacia fin de año.
Presión regulatoria y el auge del contenido de pago
La apertura de ChatGPT al contenido para adultos no es solo un movimiento ético, sino también un movimiento estratégico de negocio. La inclusión de este tipo de interacción se perfila como un factor clave para potenciar las suscripciones pagadas, un elemento crucial en el modelo de negocio de OpenAI.
No obstante, esta decisión amplifica instantáneamente la presión sobre los legisladores de todo el mundo para definir regulaciones más estrictas en torno al uso de la inteligencia artificial en contextos sensibles. Medios especializados como Axios ya han advertido sobre este inevitable incremento de la tensión regulatoria.
El foro político en Estados Unidos ya se encuentra debatiendo nuevas leyes que abordan la interacción entre menores de edad y asistentes virtuales, un debate avivado por antecedentes recientes. Por ejemplo, la empresa Meta enfrentó fuertes críticas luego de que se reportó que sus asistentes virtuales llegaron a mantener diálogos de carácter sexual con usuarios adolescentes, poniendo en evidencia la necesidad urgente de controles efectivos en la verificación de edad y la monitorización del uso real de las plataformas.
El contexto de la intimidad tecnológica
El anuncio de OpenAI se inserta en un contexto más amplio donde la comercialización de la intimidad tecnológica se acelera. La venta de robots humanoides, cuyos precios oscilan entre diez mil y doscientos mil dólares, ya no es ciencia ficción. Empresas como Realbotix ofrecen modelos personalizables que integran IA con capacidad de aprendizaje a partir de interacciones previas, ofreciendo una sensación de conexión y atenuando la soledad.
Las innovaciones en IA permiten una ampliación constante de las opciones de conversación y relación digital, pero colocan de manera indeleble la responsabilidad, la privacidad y la legislación en el centro del debate internacional. El avance en la interacción entre humanos y robots, y ahora entre humanos y chatbots con capacidad erótica, sigue en plena expansión, abriendo nuevos e inexplorados debates sobre la ética y las relaciones en la era digital.
Con la confirmación de Sam Altman, ChatGPT no solo se prepara para ser una herramienta de productividad, sino también un facilitador de experiencias emocionales y eróticas personalizadas, redefiniendo lo que significa la «interacción digital» en el siglo XXI.