En apenas diez minutos de videollamada, ocho países de la OPEP+ tomaron una decisión con el potencial de alterar el equilibrio del mercado energético global. Detrás de este nuevo movimiento, que se podía preveer, hay algo más: una estrategia cuidadosamente calibrada, con implicaciones económicas y geopolíticas que podrían extenderse mucho más allá del barril.
Abriendo el grifo. Arabia Saudita, Rusia, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Kazajistán, Argelia y Omán —los ocho países de la OPEP+ que aplicaron recortes voluntarios en 2023— llevan meses aumentando gradualmente su producción. Ahora han decidido acelerar ese proceso: a partir de agosto sumarán 548.000 barriles diarios adicionales, y no descartan otro incremento similar en septiembre. Según la nota oficial, esto podría completar antes de lo previsto la reversión total de los 2,2 millones de barriles por día que dejaron de bombear el año pasado.
¿Goza de buena salud? Parece que sí, o al menos ese el motivo declarado por la OPEP+. Desde la organización han expresado que existe una «buena salud del mercado petrolero», con inventarios bajos y una demanda global que se mantiene estable. Giovanni Staunovo, analista de UBS citado por Bloomberg, ha explicado que «el mercado se mantiene ajustado, lo que sugiere que puede absorber barriles adicionales”.
Sin embargo, hay más motivos tras bambalinas. Según el banco Goldman Sachs ha señalado para Reuters que la medida forma parte de una estrategia más amplia para normalizar la capacidad ociosa y disciplinar al sector del esquisto en EEUU. De esta manera, la entidad prevé que los ocho países aumentarán su producción colectiva en 1,67 millones de bpd entre marzo y septiembre, con Arabia Saudita liderando más del 60% del incremento.
La amenaza de la sobreoferta. A corto plazo, el mercado parece receptivo. El mismo día del anuncio, el precio del crudo subió ligeramente, desafiando las predicciones más pesimistas sobre la caída de la demanda. No obstante, las consecuencias a medio plazo son inciertas. La realidad es que actualmente el mercado parece «ajustado», las tensiones comerciales y el «peak oil» chino podrían traducirse en una sobreoferta significativa para finales de año, especialmente en invierno. La Agencia Internacional de la Energía prevé un superávit de hasta el 1,5% del consumo mundial para el cuarto trimestre de 2025.
Además, algunos expertos como Doug King, de RCMA Capital, han recordando en Bloomberg que el aumento «oficial» de la oferta no siempre equivale a una mayor disponibilidad real, ya que países como Kazajistán siguen incumpliendo cuotas mientras que Arabia Saudita presiona por compensaciones a quienes han sobreproducido en el pasado.
Un posible efecto dominó. La decisión de la OPEP+ impacta de forma desigual. Para países importadores como India o la Unión Europea, los precios más bajos del crudo alivian tensiones económicas internas. Pero para los productores fuera del cartel, el escenario es más incierto. La presión sobre el sector del esquisto estadounidense, altamente dependiente de precios por encima de los 60-65 dólares por barril, se intensifica.
Aquí entra en la ecuación Estados Unidos. Curiosamente, esta medida también se alinea con los intereses políticos de Donald Trump, quien ha prometido reducir los costos del combustible para aliviar la crisis del costo de vida. Su presión sobre la OPEP para aumentar la producción es bien conocida, y su insistencia en aplicar aranceles y recortes de tasas de interés podría estar inclinando la balanza a su favor.
Pero hay otra cara: la industria petrolera estadounidense, uno de los principales bastiones económicos y políticos de Trump, es también la más expuesta. Si los precios caen por debajo de los 60 dólares, muchas empresas de esquisto podrían ver comprometida su rentabilidad. Como ha apuntado OilPrice, pese a las dificultades actuales de empresas como Exxon y Shell, la demanda sigue siendo más robusta de lo esperado, desafiando la narrativa de colapso por los vehículos eléctricos. No obstante, el riesgo es claro: una nueva caída de precios podría poner en jaque al propio corazón energético de Estados Unidos, que ya ha anunciado menos perforaciones para este año ante la incertidumbre del mercado.
¿Puede Riad sostenerlo? Esta es una de las grandes preguntas. A pesar de su aparente confianza, Arabia Saudita también enfrenta presiones internas. Según el Fondo Monetario Internacional, necesita precios por encima de 90 dólares por barril para cubrir su presupuesto. Las reformas económicas del príncipe heredero Mohammed bin Salman, que incluyen ambiciosos proyectos nacionales, requieren inversiones sostenidas. Según Bloomberg, si los precios se desploman, Riad podría verse forzado a recortar gasto público o incluso retirar petróleo del mercado para defender sus ingresos.
Una dinámica cíclica. Este episodio revela un cambio en la estrategia de la OPEP+: menos énfasis en precios altos y más foco en recuperar cuota de mercado, incluso a costa de aceptar precios más bajos. Como ha detallado OilPrice, el petróleo sigue siendo un mercado sujeto a vaivenes temporales, y las grandes petroleras están mejor preparadas para resistir. Pero la volatilidad sigue siendo el signo de los tiempos.
El próximo capítulo se escribirá el 3 de agosto, cuando la OPEP+ decida si continúa con la última etapa del aumento previsto, el mercado petrolero se enfrenta a una pregunta clave: ¿sacrificará la OPEP+ estabilidad de precios a corto plazo por influencia a largo plazo?
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La noticia
La OPEP+ se enfrenta a su mayor dilema: salvar el precio o salvar el poder. Y ha elegido el camino de la autodestrucción
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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