Confieso que una de las construcciones que más me fascinan es la de la ermita. Las hay tan espectaculares como la de Virgen del Castillo en Chillón, pero otras son cuatro paredes casi destartaladas en lugares remotos (o encerrada en una rotonda madrileña). Están dispersas por nuestra geografía, a veces extremadamente ocultas, hasta el punto de que hay una que corona un paisaje espectacular. Es la ermita de Santa Margarida de Sacot, en la Garrotxa.
Y está en el centro del cráter de un volcán.
Volcán de Santa Margarida. De entre todas las zonas volcánicas de la península ibérica, la de la Garrotxa es de las más espectaculares. Como en otras zonas volcánicas, podemos ver perfectamente los conos de los volcanes que entraron en erupción hace miles de años. Pero, a diferencia de lugares como Campo de Calatrava, la Garrotxa está teñida de verde gracias a su vegetación.
Se estima que la actividad volcánica en el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa se dilató desde hace 700.000 años hasta hace 8.300, siendo el volcán Santa Margarida uno de los más jóvenes de los 40 conos que conforman la zona. A vista de dron, el volcán es imponente, pero llama la atención que el interior del cráter es un prado sin árboles y tiene un edificio justo en el centro.
Quedaría bien una ermita. Los lugares de culto no se suelen plantar en un sitio al azar y, como reza la tradición, la ermita que comparte nombre con el volcán se levantó cuando alguien descubrió algo milagroso: una imagen de la virgen tallada en el alabastro en el interior del cráter. Estaba claro: había que construir un edificio para honrar tal milagro.
Aunque la primera referencia documentada de la ermita es de 1403, cuando se destinó un dinero para mantener la capilla, se estima que este edificio románico se habría levantado en algún momento del siglo XIII.

La estampa es imponente
Al traste la iglesia. El milagro de la virgen no pudo repetirse para salvar la ermita de los efectos de unos terremotos que sacudieron la zona en 1428. Conocidos como “Terratrèmol de la Candelera”, una serie de temblores con una magnitud estimada de entre 6,5 y 7,3 tumbaron varios edificios, siendo la ermita de Santa Margarida uno de los que terminó mal parados.
Algo se salvó: la imagen de la virgen tallada en alabastro, que se conserva actualmente en Museo Diocesano de Girona. En 1865 se decidió que había que hacer algo con el lugar y reconstruyeron la ermita. Lo hicieron levantando una estructura de una sola nave que conserva algo de la original: el ábside semicircular y el porche, y dentro de la misma, una réplica de la talla de alabastro.
Profundo simbolismo. Desde entonces, y como estuvo haciendo durante 400 años, la ermita de Santa Margarida gobierna el centro del volcán homónimo y es parte del Parque Natural. Si te sientes con ganas, puedes visitarla, pero tendrás que hacer algo de senderismo. El coche se deja en el borde del volcán y toca seguir a pie por un sendero bien señalizado hasta alcanzar los 766 metros de altitud.

Ese es el perímetro del cráter, de 2.000 metros, y para llegar a la ermita, toca descender un poco hasta los 682 metros, donde por fin tenemos el lugar de culto rodeado por un verde prado. Para muchos, seguro que simplemente es otro lugar fascinante de nuestra geografía, pero para otros tantos es posible que pararse en ese sitio despierte los sentimientos que llevaron a quienes levantaron la ermita en la Edad Media: una profunda conexión con lo divino.
Lo que es evidente es que, tengamos esa conexión o no, el paisaje es imponente y ver una construcción en el centro de un cráter volcánico es una imagen poderosa. Y si no hay mucho turismo, un momento de retiro y desconexión con el día a día cotidiano.
Imágenes | Jordiferrer, Carquinyol from Badalona
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La noticia
La Virgen se apareció dentro de un volcán de la Garrotxa. Así que levantaron una de las ermitas más especiales del mundo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alejandro Alcolea
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