
La transición a Windows 11 se ha convertido en el mayor desafío de Microsoft en una década. Lo que en 2015 fue una migración masiva y relativamente fluida hacia Windows 10, hoy se ha transformado en un gigantesco atasco, según un estudio llevado a cabo por Dell: unos 500 millones de ordenadores capaces de ejecutar Windows 11 han decidido no dar el salto, mientras que otros 500 millones, más antiguos, directamente no pueden hacerlo aunque sus usuarios quieran.
El problema para Microsoft, sin embargo, no se limita a la resistencia del usuario. A la ecuación se suma un elemento inesperado: la compañía ha oscurecido los requisitos oficiales del sistema, transformando lo que debería ser una guía clara de compatibilidad en un laberinto que desconcierta incluso a los usuarios avanzados.
Un mercado detenido
Jeffrey Clarke, COO de Dell, ha revelado durante la conferencia de resultados trimestrales de su compañía que aproximadamente 500 millones de PCs en el mercado están capacitados para actualizar a Windows 11, pero optan por no hacerlo. A su vez, otros 500 millones de equipos, con más de cuatro años de antigüedad, quedan excluidos de la actualización por los exigentes requisitos de hardware del SO.
Windows 10 —ya sin soporte oficial— continúa dominando tanto en hogares como en empresas. La predicción de Clarke no es optimista: incluso con la presión comercial que supone el auge de los llamados «AI PCs», es de esperar que el mercado permanezca plano.
Microsoft, por su parte, ha afirmado que «casi mil millones de personas confían en Windows 11», aunque no ha aclarado si se refiere a instalaciones activas o algún otro indicador.
Complicando aún más el salto
En medio de este estancamiento, Microsoft ha introducido cambios en su documentación oficial que han causado desconcierto. Antes, la lista de procesadores compatibles detallaba modelo por modelo, permitiendo al usuario verificar rápidamente si su CPU soportaba Windows 11.
Pero la versión actual de la documentación abandona esa precisión y agrupa los chips por familias genéricas, remitiendo al usuario directamente al fabricante. El resultado:
- Usuarios obligados a investigar por su cuenta.
- Series completas incluidas de manera errónea, como ocurre con los Intel Celeron 3000: aparecen como compatibles pese a que sólo un modelo (el Celeron 3867U) cumple realmente los requisitos.
- Procesadores previamente aprobados desaparecen inexplicablemente, como el Intel Core i7-7820HQ del Surface Studio 2 de la propia Microsoft. Aunque su compatibilidad era una excepción, su ausencia envía un mensaje confuso a los propietarios de este equipo premium.
Por qué el usuario no quiere actualizar
La resistencia a Windows 11 no es algo nuevo. Desde su lanzamiento, el sistema ha impuesto barreras técnicas y de experiencia de usuario que han generado rechazo:
- Requisito obligatorio de TPM 2.0, que dejó fuera a millones de PCs vendidos durante la última década.
- Dependencia creciente de la cuenta online durante la instalación, algo que muchos perciben como una invasión innecesaria.
- Un ecosistema percibido como más cerrado y orientado a servicios.
Para los usuarios que todavía ejecutan Windows 10, la situación es cada vez más delicada: el sistema ya no recibe soporte oficial en forma de actualizaciones de seguridad, lo que lo convierte en un blanco fácil para ciberataques. Microsoft ha ofrecido un programa de actualizaciones extendidas, y aunque en Europa el primer año es gratuito debido a presiones regulatorias, eso se trata tan sólo de un parche temporal.
Mientras tanto, quienes deciden no actualizar recurren a alternativas:
- Herramientas como Flyoobe, que sortea los requisitos oficiales del sistema.
- La posibilidad de migrar a Linux, cuya facilidad de uso y compatibilidad con juegos han eliminado barreras históricas.
¿Y ahora qué?
Ahora, Microsoft tiene dos frentes abiertos: el de la comunicación con sus usuarios, que se ha deteriorado justo cuando más claridad era necesaria; y el de la presión de un mercado que no quiere o no puede actualizar.
La solución ideal para el usuario sigue siendo actualizar a Windows 11 —proceso aún gratuito—, pero la compañía deberá resolver antes el caos de compatibilidad si quiere evitar que la transición siga estancada. Si no lo hace, podría encontrarse con un escenario donde cientos de millones de equipos optan por dos caminos que Microsoft no desea: seguir en Windows 10 sin soporte o abandonar definitivamente Windows.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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La noticia
Medio billón de PCs tienen que saltar aún a Windows 11. No parece que lo vayan a hacer, y encima Microsoft se lo pone aún más difícil
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Marcos Merino
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