Steve Jobs tenía fama de ser un perfeccionista obsesivo, pero la realidad iba mucho más allá de lo que la mayoría de la gente imaginaba. No era solo que fuera exigente con sus productos: es que discutía absolutamente todo, incluso las cosas más triviales. Y es que, según quienes trabajaron con él, Jobs era capaz de enzarzarse en cualquier momento. Daba igual si era comiendo o incluso en un ascensor.
Esta faceta menos conocida del genio de Apple ha cobrado protagonismo gracias a las declaraciones de Marc Andreessen, uno de los inversores más influyentes de Silicon Valley. En un episodio del podcast A16z, Andreessen no se ha andado con rodeos: Steve Jobs era «una de las personas más desagradables de la historia de la humanidad».
¿Quién es Marc Andreessen? Para quien no lo conozca, estamos hablando del cofundador de Netscape, una de las empresas que definió los primeros años de internet. Después fundó Andreessen Horowitz, una de las firmas de capital riesgo más importantes de Silicon Valley. Su opinión sobre Jobs no es la de un observador externo: ambos se conocieron en los años 90, cuando Andreessen era un joven emprendedor que acababa de revolucionar la navegación web.
«No estaría de acuerdo contigo ni siquiera en la forma de un vaso»
Una de las frases que más destacan del podcast fue: «Steve no estaría de acuerdo contigo ni siquiera en la forma de un vaso que tuvieses delante, discutía sobre todo«. Y es que, según el inversor, Jobs tenía una capacidad extraordinaria para cuestionar absolutamente cualquier cosa, por insignificante que pareciera.
Esta actitud, que podría parecer tóxica en cualquier otro contexto, era en realidad la clave de su éxito. «Simplemente no daba nada por sentado bajo ninguna circunstancia», explica Andreessen. Jobs aplicaba lo que se conoce como la técnica del primer principio, que consiste en descomponer los problemas más complejos en sus elementos básicos para reconstruirlos desde cero.
Marc Andreessen: portada de la revista «Time» en 1996
El equilibrio entre santo y demonio
Como suele ocurrir con las grandes personalidades, existen dos versiones contradictorias sobre Steve Jobs. Por un lado, está la imagen del visionario perfecto, casi santificado. Por otro, la del «lunático chillón» que gritaba y despedía empleados en mitad de las reuniones.
Andreessen, que tuvo la oportunidad de conocerle de cerca, asegura que «la realidad estaba en el medio». Según su testimonio, Jobs podía ser el mejor jefe del mundo si cumplías con sus estándares: «Si le entregabas un trabajo de primera clase, si eras el mejor en tu campo y muy diligente, si tenías todos los detalles claros y sabías lo que hacías, era el mejor jefe con el que jamás habías trabajado».
El enfoque de Jobs hacia la gestión era radical pero efectivo: «Todo el mundo va a hacer un trabajo de primera; si no, no va a estar aquí». Esta exigencia extrema tenía un objetivo claro: crear un entorno donde solo los mejores talentos quisieran trabajar, rodeados de otros profesionales de su nivel. Esto lo definió Steve Jobs como trabajadores AAA. Sí, igual que con los videojuegos.
Las historias sobre Jobs gritando o despidiendo gente en reuniones, según Andreessen, siempre tenían el mismo origen: «era siempre un efecto secundario de que no fuera trabajo de primera clase». Una de las anécdotas más conocidas fue cuando tiró un iPod a una pecera para que salieran burbujas de aire. Con ello, Jobs demostraba que todavía podían hacer los componentes más pequeños.
Las lecciones del fracaso en NeXT
Andreessen también destaca algo en la historia de Apple y Steve Jobs: él no habría sido el mismo líder sin haber pasado por el fracaso de NeXT. Durante esos doce años fuera de Apple, Jobs tuvo que aprender a optimizar hardware, retener talento y superar obstáculos que le enseñaron lecciones fundamentales.
«Tuvo que hacer que cada parte de NeXT funcionara», recuerda Andreessen. Desde su obsesión por hacer que el hardware fuera un cubo perfecto (lo que duplicó los costes), hasta el giro hacia el software (que tampoco funcionó), cada error le preparó para su regreso triunfal a Apple.
La pregunta que surge es: ¿es replicable este modelo de liderazgo? Los resultados de Jobs hablan por sí solos: productos que cambiaron para siempre la industria tecnológica. Pero el coste y desgaste humano también es innegable. Hubo empleados que fueron despedidos hasta en cinco ocasiones. Y, aun así, le estuvieron agradecidos.
¿Era Jobs realmente «una de las personas más desagradables de la historia»? Quizás sí. Pero también era alguien que nunca se conformaba con menos de lo extraordinario. Y ahí, precisamente, residía su genialidad.
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La noticia
Para entender la genialidad de Steve Jobs hay que conocer su lado más oscuro: ser «una de las personas más desagradables»
fue publicada originalmente en
Applesfera
por
Guille Lomener
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