“Nena, mírame el móvil que no sé qué ha pasado que me ha cambiado todo. No encuentro nada”, dicho por mi madre hace apenas unos días. Miré el móvil y entendí lo que pasaba, su móvil se había actualizado. Son dos realidades muy distintas: lo que para mí sería motivo de alegría, para ella es un momento incómodo. Esto me ha hecho plantearme que hay bastantes motivos por los que actualizar puede no ser algo positivo. ¿Y si tiene razón?
Cuando las actualizaciones son un incordio
En mi familia todos recurren a mí cuando necesitan que les configure algún dispositivo, soy algo así como “la sobrina informática”. No es la primera vez que una actualización provoca el desconcierto de mis familiares, especialmente los más mayores. Cada vez que llega una nueva, sobre todo si es una actualización mayor de Android, sé que me espera un buen rato de: “Yo eso lo tenía de otra forma” y “Me lo has cambiado todo”.
Aunque cada vez haya más personas mayores conectadas, la brecha digital generacional es una realidad. En el caso de mis padres, se manejan bastante bien navegando y usando distintos dispositivos, pero su kriptonita son los cambios y si son inesperados aún peor.
Cuando se actualiza el móvil, muchas veces cambia el diseño de los iconos o la disposición de los menús, esto provoca una ruptura en la memoria muscular. A mí también me ha pasado al reorganizar mi pantalla de inicio y querer abrir una app, pero no encontrarla. Me he acostumbrado rápido, pero es verdad que al principio es un incordio. Para mis padres, dedicar tiempo a aprenderse la nueva interfaz y configurar las nuevas funciones es una complicación innecesaria.
Más allá del miedo al cambio
Hay personas que huyen de las actualizaciones por otros motivos. Si algo nos ha enseñado la historia es que a veces actualizar no es buena idea. No han sido pocos los casos de actualizaciones que han salido mal. En los iPhone 15 Pro, Apple admitió que un bug de iOS 17 estaba provocando que se calentaran más de lo normal y otra actualización hizo que los iPhone se reiniciaran de forma inesperada. También ha pasado en Android, como cuando la actualización a One UI 6.1 no les sentó bien a algunos Samsung Galaxy o cuando OnePlus tuvo que parar una actualización porque estaba llena de errores.
Imagen: Xataka Android
Luego está el problema de los móviles viejos. En Android, el soporte de actualizaciones ha mejorado mucho, pero los móviles de gamas más bajas no suelen pasar de los dos años de actualizaciones. Y tiene sentido ya que muchas veces las nuevas versiones hacen que el hardware trabaje más y eso se traduce en caídas de rendimiento o baterías que duran un suspiro. Apple protagonizó una sonada polémica tras admitir que reducía el rendimiento de los iPhone más antiguos de forma intencional, supuestamente para proteger la duración de la batería.
Muchas personas se esperan a actualizar versiones mayores hasta estar seguros de que no está provocando errores como los que hemos mencionado. Incluso hay quienes evitan actualizar por completo. No es lo más recomendable ya que muchas contienen parches de seguridad cruciales, pero la tendencia a no actualizar existe, y no viene únicamente por el miedo al cambio ni de personas mayores.
El hype se ha ido desinflando
Recuerdo que hace unos años hablábamos constantemente del problema de la fragmentación de Android. Es un problema que sigue ahí, pero parece que ya no es el drama de antaño. Como decíamos, los fabricantes han mejorado mucho su soporte de actualizaciones y ofrecer siete años ya se está convirtiendo en un estándar. Otro factor que ha influido es la ley europea que dicta que los móviles y tablets deberán actualizarse al menos durante cinco años.
Imagen: Xataka Android
En el caso de iOS, la plataforma que uso desde hace años, no tenemos el problema de la fragmentación, pero en general ha habido una tendencia a actualizaciones más continuistas que no traían muchos cambios llamativos. Hemos madurado como usuarios, el jailbreak ha pasado de moda y el root en Android suena a cosa del pasado. En general, el ansia que teníamos por instalar lo más nuevo y personalizar nuestros móviles al extremo se ha ido desinflando.
De repente soy mi madre
La interfaz Liquid Glass de iOS 26. Imagen: Ricardo Aguilar para Xataka
Apple quiere que volvamos a emocionarnos con iOS 26, que con la interfaz Liquid Glass supone el mayor cambio de diseño desde iOS 7, ahí es nada. La primera vez que la vi me causó rechazo; creo que los iconos transparentes pierden la esencia de lo que siempre ha sido iOS, eso por no hablar de que tengo serias dudas de que la legibilidad sea buena.
Hace un tiempo habría instalado la beta en mi móvil personal, en plan kamikaze, pero no lo he hecho. Con la actualización final al caer, me doy cuenta de que no me hace mucha ilusión tener que “aprenderme” la nueva interfaz. Al final mi madre va a tener razón.
Imagen de portada | Pexels
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La noticia
Que se actualice el móvil es un momento ansiado, pero para mi madre es un incordio. Y lo peor es que tiene razón
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Xataka
por
Amparo Babiloni
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