La referencia inevitable cuando se habla de una pausa navideña en mitad de un conflicto es la tregua espontánea de diciembre de 1914, en los primeros meses de la Primera Guerra Mundial. En varios sectores del frente occidental, soldados británicos y alemanes abandonaron las trincheras, intercambiaron cigarrillos, cantaron villancicos e incluso jugaron al fútbol en tierra de nadie.
Ucrania lo ha recordado, pero va a estar complicado.
La primera vez. En aquella ocasión de la Primera Guerra Mundial, la tregua no fue ordenada por los mandos ni formó parte de una negociación política: surgió desde abajo, del agotamiento humano ante una guerra que todavía no había mostrado toda su brutalidad industrial.
Precisamente por eso nunca volvió a repetirse. Los altos mandos la consideraron peligrosa, subversiva e incompatible con una guerra moderna total. Desde entonces, la Navidad ha sido utilizada muchas veces como símbolo retórico de paz, pero casi nunca como una interrupción real de los combates.
La propuesta ucraniana. En ese contexto histórico cargado de simbolismo, Ucrania ha planteado la posibilidad de un alto el fuego durante la Navidad, una idea cuidadosamente formulada para no aparecer como una rendición encubierta. Zelenski ha hablado de una pausa concreta, especialmente vinculada a los ataques contra infraestructuras energéticas, en un momento crítico del invierno y con la población civil como principal víctima colateral.
Al mismo tiempo, Kiev prepara un nuevo paquete de propuestas de paz respaldadas por socios europeos y canalizadas a través de Estados Unidos, con la expectativa de que Washington ofrezca garantías de seguridad de máximo nivel si Moscú rechaza el plan. Zelenski, sin embargo, se ha mostrado prudente y ha rebajado cualquier expectativa de un acuerdo rápido, asumiendo públicamente que Rusia puede optar por continuar la guerra y que, en ese caso, Ucrania pedirá más sanciones y más armas.

Oficiales y hombres del Tren de Municiones de la 26ª División jugando al fútbol en Salónica, Grecia, el día de Navidad de 1915
La respuesta rusa. La reacción del Kremlin al “parón navideño” ha sido inmediata y tajante, casi ritual en su formulación. Dmitri Peskov ha descartado cualquier alto el fuego temporal, incluida una tregua navideña, con un argumento que Moscú repite desde hace meses: una pausa solo serviría para que Ucrania se reagrupara, se rearmara y prolongara el conflicto.
En el lenguaje oficial ruso, la palabra “tregua” se presenta como una trampa, mientras que la palabra “paz” se reserva para un escenario en el que Rusia haya alcanzado todos sus objetivos estratégicos. Según Peskov, Moscú no está dispuesto a sustituir una negociación integral (en sus propios términos) por soluciones “momentáneas y no viables”. La lógica es clara y brutal: o se acepta el marco ruso de victoria política y territorial, o la guerra continúa sin interrupciones sentimentales.
Territorio, garantías y líneas rojas. Detrás del cruce de declaraciones late el núcleo real del conflicto. Rusia exige que Ucrania renuncie a amplias zonas de su territorio, acepte límites permanentes a sus fuerzas armadas y descarte cualquier futura adhesión a la OTAN.
Ucrania, por su parte, rechaza entregar el Donbás, incluso bajo fórmulas ambiguas como una supuesta “zona económica libre” desmilitarizada, y recuerda que ya fue traicionada una vez cuando renunció a su arsenal nuclear en 1994 a cambio de garantías de seguridad que no evitaron la invasión. Las encuestas muestran que una mayoría clara de la sociedad ucraniana se opone a retirarse del este y está dispuesta a seguir luchando, un factor interno que limita enormemente el margen político de Zelenski incluso si la presión internacional aumenta.
Navidad sin milagros. La propuesta de una pausa navideña expone, en realidad, la distancia abismal entre la guerra que evocamos en la memoria histórica y la guerra que se libra hoy. En 1914, una tregua improvisada fue posible porque los soldados aún se veían como seres humanos enfrentados por accidente. En 2025, la guerra en Ucrania es un conflicto de objetivos estratégicos, líneas rojas existenciales y cálculo frío de poder, donde cada día de pausa se mide en kilómetros de frente, reservas de munición y ventajas operativas.
La respuesta rusa, seca y desconfiada, no es solo “muy rusa”: es la confirmación de que, en esta guerra, la Navidad no tiene capacidad para suspender la lógica del conflicto. A diferencia de hace más de un siglo, no hay espacio para villancicos entre trincheras, solo para comunicados oficiales que recuerdan que, para Moscú, la paz no empieza con una tregua, sino con la derrota política del adversario.
Imagen | RawPixel, WikiCommons, Ariel Varges
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La noticia
Ucrania ha preguntado a Rusia si paran por Navidad como en la Primera Guerra Mundial. La respuesta no ha podido ser más rusa
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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