Una banda organizada de macacos ha montado el negocio perfecto en Bali: mangos por tu iPhone

Una banda organizada de macacos ha montado el negocio perfecto en Bali: mangos por tu iPhone

Si viste la serie de Los Soprano seguro que recuerdas a Junior que dejó una frase memorable: “Llevas el timón lo mejor que sabes. A veces el viaje es tranquilo, a veces encallas contra las rocas. Pero mantienes el respeto, eso es lo que importa”. En Bali no hay barcos encallados, pero sí un templo al borde de un acantilado donde el respeto se gana de otro modo: fruta por teléfonos, mangos por gafas.

Una banda organizada. El Templo de Uluwatu, al sur de la isla de Bali, atrae cada día a miles de turistas que buscan la ceremonia del atardecer y las danzas tradicionales balinesas. Pero en las sombras—y a plena luz del día—otra función tiene lugar: la de los monos ladrones.

Como ha detallado un reportaje para Wall Street Journal, los protagonistas son unos 600 macacos de cola larga (Macaca fascicularis), considerados sagrados guardianes del templo por los lugareños. Su método es directo: detectan turistas distraídos, se acercan con sigilo y les arrebatan objetos de valor. Unos segundos bastan para que un móvil, unas gafas graduadas o incluso un pendiente cambien de manos.

Jonathan Hammé, un turista británico, recuerda el momento con una mezcla de incredulidad y resignación: “Estaba admirando la vista cuando sentí algo en mi espalda. Era un mono que me robó las gafas de sol. Se subió a un árbol y empezó a jugar con ellas como si nada”. Para recuperarlas, tuvo que ofrecerle Oreos. El animal aceptó, pero las gafas terminaron dobladas.

Inteligencia económica a nivel primate. No se trata de robos al azar. Estudios científicos llevados a cabo por el equipo del profesor Jean-Baptiste Leca, de la Universidad de Lethbridge (Canadá), han documentado que los macacos tienen un sofisticado sentido del valor. Roban aquello que los humanos valoran más—teléfonos, gafas, billeteras—porque saben que esos objetos son más “canjeables”.

Durante más de 273 días de observación, los investigadores documentaron decenas de casos sobre el proceso de regateo, que a veces dura hasta 25 minutos. En otras palabras, los monos no solo roban sino que demandan mayores recompensas por objetos más valiosos. Este fenómeno, conocido en la primatología como “token economy” o economía simbólica, es rarísimo en animales salvajes. A diferencia de experimentos en laboratorios, estos comportamientos son naturales, libres y aprendidos socialmente. Los monos jóvenes observan a los adultos exitosos, imitan sus técnicas y perfeccionan el arte del robo. Así, la “cultura del trueque” se mantiene generación tras generación.

¿Y si no quieren devolverlo? Cuando el turista no logra recuperar el objeto por su cuenta, entra en juego el pawang, un mediador local especializado en negociar con los monos. Ketut Ariana, de 52 años, lleva dos décadas haciendo este trabajo: “Cada semana recuperamos entre 30 y 50 objetos. En temporada alta, hasta diez teléfonos al día”.

Ariana ha explicado al WSJ que los monos no responden igual a todos los alimentos. Para gafas baratas o peines, basta con una banana. Para iPhones, se necesita una bolsa entera de mangos, rambután o, en casos extremos, huevos crudos. “Los huevos les encantan. Pero si usas uno muy pronto, después no quieren otra cosa”, bromea.

No es algo nuevo. Aunque algunos creen que el fenómeno surgió con la llegada del turismo, Ariana asegura que los robos comenzaron mucho antes. “Antes robaban pulseras o collares a los fieles que venían a las ceremonias. Cuando llegaron los turistas con teléfonos y cámaras, se adaptaron”.

Y no solo eso: evolucionaron. El estudio de 2021 publicado en Philosophical Transactions of the Royal Society B concluyó que estos comportamientos llevan más de 30 años en la colonia de Uluwatu y que varían entre subgrupos. Algunos monos se especializan en gafas, otros en móviles, otros en objetos de tela. Cada clan tiene su estilo.

¿Hay otros monos ladrones? Aunque el caso de Uluwatu es el más documentado, comportamientos similares se han observado en otras regiones de Asia. Hay una serie documental del National Geographic en el que se puede observar cómo en Tailandia la ciudad de Lopburi ha enfrentado verdaderas “invasiones” de macacos que irrumpen en casas, saquean neveras y enfrentan a los vecinos. O en la India, varias ciudades sufren incidentes con monos que entran a oficinas, hospitales y mercados. No obstante, lo que diferencia a los macacos de Uluwatu es su sistema estructurado de “robo por rescate”. No toman comida: toman bienes para intercambiarlos.

Un dilema en una isla saturada de turistas. El contexto ayuda a entender por qué el fenómeno persiste. Solo en mayo de 2025, Bali recibió 602.213 visitantes internacionales, según la Oficina Central de Estadísticas de Bali. En lo que va del año, la isla ya suma más de 2,6 millones de turistas extranjeros más que en 2024. Esa presión turística explica en parte por qué el «negocio» de los monos sigue vivo: cada día llegan nuevos visitantes desprevenidos que se convierten en blanco perfecto para los macacos de Uluwatu.

Taylor Utley, una turista estadounidense que participaba en un retiro de yoga, vivió la experiencia de forma intensa ya que le robaron el móvil. Tras ofrecer varias bolsas de fruta, el mono soltó el teléfono. Estaba intacto, pero la experiencia le arruinó la visita. “No me quedé a ver el espectáculo de fuego. Quería irme. Sentí que estaba en medio de una organización criminal de monos”.

Más allá del asombro o la anécdota. El caso de Uluwatu obliga a reflexionar sobre la convivencia entre humanos y animales en espacios turísticos. Por un lado, los monos son parte integral del ecosistema del templo y tienen valor espiritual. Por otro, su comportamiento ha generado toda una economía paralela de trueques, pérdidas, recuperaciones y anécdotas virales.

Las autoridades recomiendan a los visitantes guardar los objetos de valor en mochilas cerradas, evitar el contacto visual con los monos y seguir siempre las instrucciones del personal del templo. Aun así, el riesgo persiste.

Y la misma historia. Lo cierto es que en Uluwatu no hay soluciones mágicas: los monos seguirán robando y los turistas seguirán llegando. Los científicos lo ven como un caso único de “economía simbólica” en animales salvajes; los locales, como parte del día a día. Para los visitantes, la lección es más simple: mejor guardar bien el iPhone… o llevar una bolsa de mangos en la mochila.

Imagen | Thomas Schoch

Xataka  | Una pareja viajó 300 kilómetros tras ver un vídeo en Facebook de un lugar increíble. El vídeo se había generado por IA


La noticia

Una banda organizada de macacos ha montado el negocio perfecto en Bali: mangos por tu iPhone

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alba Otero

.

Salir de la versión móvil